Antes de que Thea pudiera responder, la línea se cortó, dejándola con el tono plano en el oído.
Una opresión se extendió por su pecho.
Algo en la voz de Jerred era extraña: era mucho más fría de lo habitual.
Respiró hondo para calmarse y se dio unas palmaditas en las mejillas, esbozando una sonrisa forzada. Se obligó a no pensar demasiado en ello.
Jerred era el director ejecutivo de la multinacional más grande de Braptin; la presión constante sin duda le hacía sentirse frustrado en ocasiones. Su tono frío no significaba necesariamente que estuviera enojado con ella.
A las siete en punto, Thea ya estaba sentada en la mesa bien puesta, con los ojos fijos en el reloj, mientras cada minuto pasaba lentamente.
Como creía que Jerred podría estar de mal humor debido al estrés en el trabajo, había cocinado con esmero todos sus platos favoritos.
Sin embargo, para su sorpresa, él, que siempre se jactaba de su puntualidad, ese día llegó tarde.
Una hora después, por fin se abrió la puerta principal de la casa.
Jerred entró y su presencia llenó de inmediato el espacio con autoridad. El frío de la noche se aferraba a su abrigo. Mientras se lo quitaba, se lo entregó a la criada que lo esperaba.
Thea se levantó rápidamente, con una sonrisa suave y acogedora. "¿Por qué llegaste tan tarde?".
"Me entretuve con algo", respondió él secamente.
Con una carpeta en la mano, se dirigió a la mesa con paso seguro. Luego se sentó y cruzó las piernas con elegancia casual. "Dijiste que querías hablar conmigo".
Sus ojos impenetrables se clavaron en Thea, fríos y sondeadores, mientras la comida intacta se interponía entre ellos. Su voz era fría mientras decía: "Adelante, habla".
Su actitud glacial hizo que los dedos de la joven se crisparan sobre el regazo; la noticia del embarazo se le quedó atascada en la garganta.
Con una sonrisa forzada, respondió: "Tú también dijiste que tenías algo que contarme. ¿Por qué no empiezas primero?".
Él se quedó callado por un rato largo. Su mirada permaneció fija en ella, firme y sofocante. Entonces, con voz lenta y deliberada, dijo: "Jaylynn ha vuelto".
Esas palabras la golpearon como una marea helada, dejándola aturdida.
La mujer que él mencionó no era otra que su prima, Jaylynn Dawson.
Esta y Jerred habían crecido juntos; su profundo vínculo se había forjado desde la infancia.
Un año atrás, la que debería haberse convertido en la esposa de él era esa mujer.
Pero, por razones desconocidas, Jaylynn había desaparecido la noche antes de la boda.
Para proteger a ambas familias del escándalo, la familia Dawson había obligado a Thea a abandonar su tranquila vida en el campo y la había arrojado a los brazos de Jerred en su lugar.
Ella siempre supo que el corazón de este último pertenecía a la otra mujer. El momento en que esta regresara, ella tendría que hacerse a un lado.
Solo que nunca imaginó que ese día llegaría tan de repente.
Sus dedos se cerraron en torno a los arrugados resultados de la prueba de embarazo que ocultaba en su bolsillo. "Entonces...".
Su voz temblaba mientras miraba el sobre que estaba en la mesa. "¿Es un acuerdo de divorcio lo que trajiste?".
"No", respondió él, con tono neutro. "No voy a solicitar el divorcio... al menos, no por ahora".
A Thea se le escapó un suspiro, pero el breve alivio se convirtió rápidamente en pavor.
Sus palabras llevaban el peso de lo inevitable, dando a entender que su matrimonio ya tenía los días contados.
Con el pecho oprimido, Thea soltó un leve sollozo: "Entonces, ¿qué es este documento...?".
"Jaylynn me dijo que desapareció porque creía que se estaba muriendo", explicó Jerred con calma. "No quería ser una carga para mí con su enfermedad. Esta vez no regresó para reavivar lo nuestro".
Luego, deslizó el documento sobre la mesa hacia Thea y lo desplegó con deliberada precisión. "Necesita tu ayuda".
La chica se quedó congelada un instante. Su mirada descendió instintivamente a la página.
El encabezado en negrita le aceleró el pulso: era un informe de compatibilidad de médula ósea.
Sus ojos recorrieron las líneas hasta que la verdad le atravesó el pecho: su médula ósea era perfectamente compatible con la de Jaylynn.
Mientras sus ojos repasaban las palabras, una punzada de dolor le atravesó el pecho.
Rebuscó en su memoria, incapaz de recordar haberse hecho tal prueba.
Excepto que...
Sintió un nudo en la garganta cuando lo entendió todo. Reprimiendo el dolor que crecía en su interior, levantó la vista hacia Jerred, con el rostro marcado por la tristeza. "Hace dos meses, hiciste arreglos para que tu asistente me llevara a un examen médico, y esa prueba fue para esto, ¿verdad?".
Jerred asintió con brusquedad. "Así es. Lo mantuve en secreto porque el regreso de Jaylynn debía ser confidencial".
Cada palabra que salía de sus labios atravesaba el corazón de la joven con una fuerza brutal.
Ese chequeo, la única vez en más de un año de matrimonio que él había mostrado la más mínima preocupación por ella, no había sido por ella en absoluto.
En ese momento, se había sentido feliz, convencida de que su relación por fin estaba avanzando.
Ahora, en retrospectiva, debía parecer patética y ridícula.
Lo que una vez creyó que era un gran paso en su relación, ahora se reveló como nada más que Jerred organizando una prueba para la mujer a la que siempre había amado...
Thea levantó la cabeza y clavó la mirada en su esposo, que estaba sentado al otro lado de la mesa, sin ni siquiera haber notado que ella había preparado la cena con mucho esmero. "No voy a hacerlo", declaró con firmeza.
Sus dedos se deslizaron protectoramente sobre su vientre aún plano.
La pequeña vida que crecía en su interior, de apenas dos meses, era demasiado frágil y preciosa como para soportar algo así.
Jerred se sorprendió por su rotunda negativa y frunció el ceño con dureza. "Me encargaré de que tengas el mejor equipo médico. Todo se manejará con la máxima precisión. No correrás ningún riesgo. La situación de Jaylynn no puede esperar".
Ella le sostuvo la mirada, manteniendo la compostura a pesar de la tormenta que se desataba en su interior.
Tras un largo y tenso silencio, respiró hondo y dijo lentamente: "Jerred... estoy embarazada".