El día de mi boda fue un sueño.
El sol de Sonora, las flores del desierto, el hombre de mis sueños en el altar.
Ethan.
Mi padre, el Senador Daniel Reyes, un pilar de la comunidad, me llevó al altar, con un orgullo que se le desbordaba.
Todo era una hermosa mentira.
Justo cuando llegué junto a Ethan, sacó una placa de la DEA.
-Senador Daniel Reyes, queda bajo arresto.
El caos estalló. Sonó un disparo y mi padre cayó, muerto.
La mirada gélida de Ethan me dio el golpe de gracia:
-Fue una operación, Eva. Nada más.
Mi mundo se hizo añicos.
Me desecharon. Me interrogaron. Me abandonaron.
El hombre que amaba me bloqueó; su trabajo había terminado.
Pero la profundidad de la traición no se detuvo ahí.
Pronto desenterré el secreto de mi madre.
Su "accidente de senderismo" no fue un accidente; era una agente de la DEA que investigaba a mi padre y fue asesinada por su cártel.
Mi vida, una farsa cruel.
¿Cómo podía ser mentira todo lo que creía?
¿Mi amoroso padre, un narcotraficante?
¿Mi dulce madre, una agente secreta?
¿Mi prometido, un espía calculador?
La injusticia me consumía, encendiendo un fuego más ardiente que cualquier agonía.
Ahora, Eva Reyes está muerta.
Eva ya no existe, solo queda Alma.
Convertiré mi dolor, mi furia, en un arma.
Me infiltraré en el corazón del cártel que me robó a mi madre.
Les haré pagar.
Incluso si eso significa usar al mismo hombre que me destrozó.
Capítulo 1
La música creció, una dulce melodía que había elegido hacía meses.
Era el momento. El día de mi boda.
Ethan esperaba en el altar, su sonrisa era aquella de la que me había enamorado.
Mi padre, el Senador Daniel Reyes, me sujetaba del brazo, su agarre firme, orgulloso.
Era un buen hombre, mi padre. Todos en Sonora lo sabían.
El aroma de las flores del desierto, nuestro tema, llenaba el aire del lujoso resort de San Carlos.
Me concentré en Ethan, mi futuro, mi todo.
Mi padre puso mi mano en la de Ethan.
Los dedos de Ethan estaban helados.
Su sonrisa se desvaneció.
No me miró a mí. Miró a mi padre.
Metió la mano en su saco.
No para sacar un anillo.
Sino una placa.
Una placa de la DEA.
-Senador Daniel Reyes -la voz de Ethan era la de un extraño, dura y plana.
-Queda bajo arresto.
Se me cortó la respiración. Esto era una broma. Una broma terrible y retorcida.
-Sabemos de la "Operación Flor del Desierto" -continuó Ethan, con los ojos como el hielo.
-Y de tu nombre clave, "El Alacrán".
El rostro de mi padre se puso blanco como el papel.
-Ethan, ¿qué es esto? -susurré, tirando de su brazo.
Me ignoró.
Caos.
Gritos.
Un destello de metal entre la multitud.
Un estruendo seco.
Instinto.
Me lancé frente a Ethan.
Un dolor agudo me quemó el hombro.
Me tambaleé.
Mi padre se abalanzó, no hacia Ethan, sino quizá para tomar un arma, o para huir.
Otro estruendo.
Más fuerte. Más cerca.
La pistola de Ethan estaba fuera. Humeaba.
Mi padre cayó.
Sus ojos, abiertos de par en par por la conmoción, se encontraron con los míos por un segundo.
Luego, nada.
-¡No! -grité, tratando de alcanzarlo.
Ethan me agarró del brazo sano.
-Se ha ido, Eva. -Frío. Profesional.
-Llévensela para interrogarla -le ordenó a alguien detrás de mí.
Unas manos me apartaron.
-¿Nuestro amor? -logré decir con la voz ahogada, mirando al hombre con el que se suponía que me casaría.
-¿Algo de esto fue real?
Finalmente me miró, su rostro era una máscara.
-Fue una operación, Eva. Nada más.