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Sufrida

Sufrida

5.0
82 Capítulo
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Amaia Leyva es una bailarina exótica en un lujoso club de striptease. Su impresionante cuerpo y su preparación física, más algunos conocimientos de baile clásico y contemporáneo, fueron sus únicas oportunidades para no terminar en la calle, sin tener qué comer o con qué alimentar a su hija. De nada sirvieron sus estudios en su país natal. De nada sirvieron las palabras que le dijera aquel hombre, que fingía amarla, para luego irse sin mirar atrás. No hubo mejoras, entre lo que era su vida en otro país y lo que es ahora. Ni un avistamiento del dichoso “sueño americano”. Mucho menos, del “juntos para siempre”. Ahora, mientras baila aferrada al tubo que se ha vuelto su sostén, lo hace con ira y con desprecio. Odiándose a sí misma cada noche, cuando debe entregarse a los ojos de todos esos hombres que desean tocarla; aunque ninguno puede. Cuando cierra sus ojos y se imagina lejos; cuando llora lágrimas de rabia que todos malinterpretan. Amaia es la mejor en lo que hace, porque esa es su naturaleza. Todos piensan que lo disfruta; pero nadie conoce, en realidad, su verdadera historia sufrida. ¿Será que alguien podrá ver más allá de su máscara de perfección, alguna vez? ¿Podrá Amaia entregar esa confianza que ha sido arrebatada tantas veces? A veces, solo debemos encontrar el motivo, para decidirnos a crecer. ¿Ella lo hará?

Capítulo 1 Prólogo

Todo está oscuro. Así debe ser.

La expectativa que crea la espera, más no saber en qué momento comenzará el show, crea un estado de nirvana que los que mueven este mundo saben aprovechar.

Y es mi momento.

Con mi cuerpo brillante de aceites que me harán brillar, la dosis exacta de cera para no resbalarme en el tubo, debería sentir nervios; pero no lo hago. En este momento previo, solo me llena un sentimiento, ira. Y durante mi presentación, suelo poner mi confianza en la rabia y la decepción, sentimientos fuertes y enérgicos que me llevan a perfeccionar mis movimientos, a hacerlos bruscos y a la vez, perfectos.

—Amaia, sales en cinco, cuenta regresiva…

Cierro los ojos y respiro profundo.

—Cinco…cuatro…

Doy un paso, me acerco más a la cortina de terciopelo negro que separa el antro de la zona trasera.

—Tres…dos…

Murmullos. Chiflidos. Música instrumental de fondo que alborota el ambiente.

—Uno.

Se abren las cortinas y una luz rojiza se refleja alrededor del tubo. Pocos han notado mi silueta al fondo de todo y suelo aprovechar ese momento para impactar. Camino bordeando la pasarela y a mi paso, escucho los susurros de los que ya me han visto. Pronto ya todos lo han hecho y comienza el ruido ensordecedor, que por unos segundos no deja escuchar la sensual música de fondo.

Llego al tubo, mi mano lo rodea con un delicado movimiento y es entonces, cuando comienza el show.

Erótica y provocativa, mi cuerpo se contorsiona, sube y baja por el tubo, al ritmo de una hipnotizante melodía. Poca luz. Silencio. Muchas miradas. Todas encima de mí. La música cambia y ahora todo va in crescendo; mis movimientos se endurecen y comienzo a sentir esa rabia que me corroe y que expulso, con cada segundo. Una rabia que todos ven, pero que malinterpretan, con pasión, con devoción. Arqueo mi cuerpo; mi cabello toca el suelo cuando cuelgo de cabeza solo sosteniéndome de mis pies. Figuras sexys, indecorosas; de esas que muestran un poco de todo, de las que dejan con ganas de más.

Todo perfectamente detallado; bien pulido. Para provocar. Para estimular. Para incitar.

Y lo logro.

Es evidente cuando, al caer de rodillas con mi cuerpo arqueado hacia atrás, el salón irrumpe en una ovación atronadora.

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