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Lo prohibido atrae

Lo prohibido atrae

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Lo prohibido siempre me atrajo, S I E M P R E. Nunca había pasado a más de escapar de casa para ir por un par de cervezas y fumar algunos porros. Hacer rebeldías a espaldas de mis padres era mi meta de vida. Mientras más "NO" ellos me dijeran a mi, más iba y hacia lo contrario. Pero cuando él me dijo: "No, soy tu profesor". Algo en mi pecho cobró vida. La adrenalina de ser pillada follando con mi profesor en el aula de clases era fascinante y aunque el dijera no, siempre terminaba con su cabeza entre mis piernas. Lo siento, profesor. Lo prohibido me atrae. Y usted es el NO que más me gusta.

Capítulo 1 Atracción a primera vista

—¡Ya no te amo! —. El portazo que resonó tras su salida aún seguía atormentándome cada noche.

Era una pesadilla recurrente, odiaba despertar jadeando y sudoroso por culpa de un mal sueño, miré el reloj sobre mi mesita de noche, cinco y cincuenta de la mañana, hice una mueca y me encogí de hombros, al menos estaba vez me había dejado dormir un poco más. La noche anterior había despertado a las tres de la mañana y después ya no pude conciliar nuevamente el sueño.

Estiré mis brazos por sobre mi cabeza y bostece antes de levantarme de la cama. Al salir de mi habitación, encontré a Jean mi amigo y actual compañero de piso, roncando sonoramente en el sofá de la sala. A su lado había un tazón con palomitas y muchas mas de estas estaban tiradas en el suelo.

Botellas de cerveza vacías estaban por toda la sala y pude reconocer que había un sostén cerca de la mesa del televisor.

Mientras analizaba todo el espacio a mi alrededor, pensaba en que mi vida había cambiado tanto en menos de seis meses, estuve a punto de casarme y ahora estoy acá, soltero, viviendo con mi mejor amigo como si fuéramos dos adolescentes y la depresión parecía estar a punto de acabar con mi vida.

—Olvídala de una vez por todas, carajo. —Escuché que dijo una voz adormilada, miré al sofá, Jean estaba sentado apretando su cabeza con ambas manos.

—Ya la he olvidado —, su carcajada sin humor me molestó un poco, moví la cabeza a los lados mientras me servía una taza de café humeante.

—Y yo soy virgen —esta vez si se descojonó de la risa, le tiré uno de los trapos de cocina en la cara. —Tienes que soltarla, meterte en ese pequeño cerebro el hecho de que tu prometida te engaño a un día de la boda y conocer más chicas.

—No es tan fácil…

—¡Claro que lo es! —Exclamó caminando hacia la cocina —, estas guapo y cualquiera se fijaría en ti.

—Es que no lo sé, no buscos rollos de una noche —me excusé, bufó mientras sacaba de la alacena una barra de cereal y le daba una gran mordida.

—Estas a poco de cumplir cuarenta años y te ves más joven que mi sobrino —comentó con la boca llena —. Si estas buscando una relación estable, pues espera a la salida de cualquier colegio, allá hay madres solteras en busca de un hombre. Voy a decirte algo y voy a quedar como un imbécil, lo sé, pero tengo que hacerlo —, suspiró profundo y me miró —. Estas guapo y sexy, las mujeres te caerán, tienes un aire a Henry Cavill.

—¿A quién? —pregunté sin tener idea de quien era ese —No importa, además ese plan de ser padrastro no me atrae mucho, la verdad.

—Entonces aprovecha tu nuevo trabajo y conoce a alguna chiquita que te mueva el piso, pero despierta hombre, me causa conflicto verte así.

—Estas mal de la cabeza si piensas que voy a meterme con alguna de mis alumnas, ninguna es mayor de edad, eso esta prohibido —. Jean se encogió de hombros restándole importancia.

—Hay algo que se llama consentimiento consensuado, si ella lo quiere, aunque sea menor de edad no habrá problema alguno.

—Soy profesor de secundaria, Jean. —Le recordé. Él siguió diciendo razones del porque eso no tenía por qué importarme.

Por supuesto que rodé mis ojos sin querer responder mas a sus babosadas, mi ética y moral me prohibían si quiera en pensar en alguna de mis alumnas de esa forma, eso no estaba nada bien. Su excusa de para follar no hay edad, cambiando la frase amor para su conveniencia, me la podía pasar por los huevos.

—Volveré a mi departamento, ya te soporté mas tiempo del que creí poder hacerlo —Jean abrió la boca con dramatismo.

—¿Me dejaras solo por irte a una mansión? —entrecerró los ojos fingiendo enfado.

—Mi mansión de cuarenta metros cuadrados ya me extraña —. Él se carcajeo, siempre se burlaba del tamaño minúsculo de mi departamento. —Me voy, mi segundo día de trabajo me esta esperando.

—A mí me están esperando dos nenitas en mi cama —. Levanté las cejas cuando abrió la puerta de su habitación, intenté mirar, pero cerró antes de poder distinguir algo.

Media hora después ya me encontraba en el instituto.

Luego de casi cinco meses en donde permití entrar en depresión por culpa de mi exmujer, ahora volvía a retomar mi vida y lo que me encantaba: dictar clases. Encontré trabajo en un colegio femenino para ser profesor de matemáticas. Mi punto fuerte.

—Profesor, Bennet —. Me detuve ante la voz de la directora.

—Señora, Abigail, ¿Cómo se encuentra? —pregunté amablemente.

—Muy bien, gracias por preguntar, ¿Y usted como se ha adaptado a la institución? —le regalé una amable sonrisa.

—Perfectamente hasta el momento, me es muy cómodo trabajar en este lugar, muchas gracias por la oportunidad.

—Su historial es impecable y sus recomendaciones me dejaron impactada. Es para nosotros un honor tenerlo en nuestro equipo de docentes.

—Créame que el honor es todo mío, si me disculpa debo ir rápidamente a clase o llegaré tarde.

—Espere, justo de eso venía a hablarle —ella carraspeo su garganta y limpio un sucio inexistente de su suéter —. He visto que tiene clase con las chicas del senior. Las chicas de último año están un poco alegres por salir por fin del instituto, nunca han sido un grupo ejemplar, tengo que admitirlo, pero este año están mas desbocadas que antes, le pido perdón de ante mano por lo que puedan hacer y usted al ser un profesor tan… Querido, quizás ellas se emocionen, así que por favor mantenga distancia con ellas y no sea su amigo.

—Eso no tiene ni que decirlo, yo soy muy profesional en mi trabajo.

—Y lo creo, confió en usted. —Me sonrió con un poco de alivio —Pero aun así le aviso porque no confió en ellas.

La directora se fue dejándome en medio del pasillo, me encogí de hombros, no sabía que tanto ella había leído mi curriculum, pero ahí mismo decía que había trabajado en universidades con estudiantes de primer año.

En mi experiencia, tratar con chicas y chicos de primer año era muy tedioso, tenían ese ego por las nubes de “Ya soy universitario”, pocos eran los que pensaban en la clase, mientras la mayoría solo pensaba en conseguir pareja y lugares para hacer fiestas.

Entré al aula de clases y en menos de cinco segundos ya había escuchado al menos dos silbidos.

—¡Nos han enviado un stripper! —gritó una de ellas.

Dejé mi morral sobre el escritorio, dejé descansar mi cadera en el borde de la madera y me cruce de brazos.

—Buenos días, soy el profesor Bennet, su nuevo profesor de matemáticas —, vi que una de las chicas del fondo levantó la mano —. ¿Si?

—¿Nos podría dar la clase sin camisa?

Las demás chicas comenzaron a reír, mis ojos se enfocaron en una de las alumnas del medio, de cabellera negra brillante, sus ojos estaban en blanco, tal y como yo quería hacer con los míos, excepto que una pequeña sonrisa brotaba de sus labios.

Tal vez a la final y no me sería fácil mantener mi promesa de ética y moral profesional.

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