Llegando a parar en un orfanato, la suerte de las recién nacidas estaba echada, como siempre el mundo siendo tan cruel, varios matrimonios pasaron como en un desfile.
Ningún matrimonio quiso tomar en adopción a un par de niños idénticos, pues a su conveniencia deseaban un hijo o una hija no se podía llevar solo a una de las gemelas, tenían que ser las dos o si no aparentarian ser muy crueles, la gente, la sociedad vive de las apariencias o de el qué dirán.
Cansados de que no las adoptaran, las separan cuando ya tienen más de dos años.
Un matrimonio inglés se acercó al orfanato donde se hayaba la mayor de las niñas y se encariñó de inmediato. Corrió con mucha suerte, por que la amaron sinceramente y la llevaron a Estados Unidos a vivir una plena vida.
Ella era Lía Michel.
Lo mismo ocurrió con la segunda bebé, otro matrimonio formal la adoptó, era una familia de clase media, sin embargo, al poco tiempo de llevarse a la segunda niña, concibieron a su primer hijo, por lo que la pequeña niña a sus cinco años fue devuelta al mismo orfanato.
Esta vez, ella traía algo diferente, su propio nombre, Marianela, estaba orgullosa de al menos conservar su nombre. Aunque aquella pareja de matrimonio le quitara hasta el apellido.
Siempre que se presentara nuevos posibles padres para adoptarlos, Marianela se escondía, no quería ser elegida y una vez más ser rechazada.
Vivió en aquel Orfanato hasta sus catorce años, luego tuvo que huir de allí, había ciertos dirigentes de dicho Orfanato que no eran buenas personas, era preferible vivir en las tierras de África rodeados de Leones que entre estas personas malvadas. Marianela aprendió mucho a ser muy perspicaz, a estar adelante dos pasos siempre. A no confiar, a aprender rápido para estar siempre en delantera.
En ese Orfanato había corrupción y se practicaba pecados imperdonables.
Para cuando Marianela saliera huyendo de estás paredes que lejos de protegerla la acechaban y la acorralaban, aprendió viendo a escondidas toda clase de prácticas abominables en sus puertas para dentro.
***
Dos años después...
Marianela quien ya tenía 16 años, había sobrevivido dos años consecutivos en las calles, no la habían agredido ni físicamente ni sexualmente, cosa que hubiera ocurrido hace mucho tiempo atrás de haber continuado viviendo en dicho Orfanato.
Ella dormía a escondidas, para que una vez dormida nadie se le acercara.
Así había guardado su integridad intacta, aunque en el grupo de niños y adolescentes abandonados había un chico muy guapo de 17 años, ella no optó nunca por querer probar algo fuera de su alcance mental. Aún conservaba su pureza mental y física.
Hasta que un año después...
Un grupo de estudiantes universitarios que habían graduado, vinieron a la ciudad donde vivía Marianela, según para disfrutar de unas vacaciones antes de volver y ponerse a trabajar en la carrera que habían terminado en la Universidad.
Entre este grupo de veinte estaba el joven graduado en licenciatura en leyes Benjamín Solhonsky, un apuesto e inexperto joven abogado.
Sus compañeros, quienes eran mayores, experimentados y muy malintencionados llegaron a la conclusión que les encontrarían a una mujer fácil de vida alegre y se la daría por esta noche.
Buscaron a un Gánster de la zona, para que le consiguiera una jovencita hermosa, quien a su vez ya se había dado cuenta de la presencia de Marianela, la había vigilado por más de dos semanas, sabía sus rutinas, e Incluso supo cuál era el escondite de la joven Chica.
La atrapó a la pobre chica asustadiza, le vendó los ojos, la llevó al hotel, esta noche, habían dr*gado con algo en su bebida a un joven graduado en licenciatura de leyes para hacerle romper a él mismo los moldes de la ley. Este era Benjamín Solhonsky.
Después de que con la ayuda de una maquillista le cambiaran a la jovencita, todos querían estar en el lugar del correctisimo doctor en leyes, Benjamín Solhonsky.
Con pesar la empujaron a la habitación, a ella le había puesto algo de sulmifero para adormilarla, para que no saliera corriendo de la habitación de hotel.
Benjamín Solhonsky quien ya tenía los efectos del dopaje, ya no aguantaba más, menos al ver a una niña tan hermosa y casi semidesnuda, él era cierto que no había experimentado el sexo con su novia actual, ya que ámbos habían decidido esperar para ese momento.
Lo cierto era que las personas solían mentir, las personas con poca ética moral como supuestos amigos con disfraz estaban haciendo todo esto para dañar la reputación del hijo del abogado más famoso, el bufete jurídico de Nueva York.
La envidia corroe hasta el alma más pura, lo que se tenía que pasar pasó lentamente o quizás rápidamente.
Era bastante raro, en el pasado, sus compañeros intentaron hacer esta treta, sin embargo él mostró resistencia y fuerza de voluntad, pero hoy fue distinto, parecía que él mismo quería sucumbir al deseo carnal de su cuerpo.
Benjamín había cerrado la puerta, tras aquellos dejar entrar a la jovencita, después había buscado por todos lados las cámaras ocultas, nadie pudo ver lo que ocurrió allí dentro, Benjamín Solhonsky no se lo permitió.
Librando sus propios demonios, Benjamín Solhonsky probó el sexo por primera vez, le encantó lo sucedido, no la forma en la que ocurriera las cosas, si no de como había pasado cada centímetro del cuerpo de la chica en su boca.
Mientras que Marianela tampoco sufrió tanto que se diga, ella lo disfrutó tanto como él, en primera persona estaba reavivando tantas escenas que había visto desde su escondite de pequeña.
Su molestia, si había mucha molestia, pues la habían tomado a la fuerza, traído a la fuerza u ofrecido a la fuerza a un hombre pervertido, pensó con dolor y rabia.
Ella deberá vengarse por esto, siendo la chica tan precavida, ahora no patalearía después de intentarlo y mirar en la mirada de él un deseo interminable, optó mejor por colaborar. Así le dolería menos, pensó siempre molesta a la vez