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La guardiana

La guardiana

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Jacqueline nunca ha soportado a los violadores, como ginecóloga ha tenido que atender a innumerables víctimas de violación, muchas de ellas atroces (con mordiscos y mutilaciones como fue el caso de Lilian o la paciente 3619), a veces incluso a niñas. Tras sufrir ella misma varios intentos de violación que, gracias a dios, no llegaron a buen puerto, y conseguir meter al violador en serie más famoso de la ciudad en la cárcel, ha decidido utilizar sus conocimientos de artes marciales y de defensa personal para barrer cada noche los bajos fondos de la ciudad en la que vive buscando acabar con la lacra de depravados y desalmados que tienen a las mujeres aterrorizadas. Se ha convertido en LA GUARDIANA, con su moto recorre las calles de la ciudad en busca de mujeres a las que proteger, y en EL AZOTE DE LOS VIOLADORES. Palomy Pla

Capítulo 1 1

—¡Anda! ¡Mira lo que tenemos aquí!, una mujer sola e indefensa en los bajos fondos de la ciudad... —El mal hombre puso las manos en el manillar de la moto de la mujer—. ¿Te has perdido?

—No tengo tiempo para esto, apártate de mi camino, por favor.

—¡Pero mira!, si me lo pide por favor y todo. Tengo una idea mejor: ¿por qué no te bajas de la moto? Así podremos charlar un poquito... —Él puso la mano en el cabello de ella con sucias intenciones.

—No te conviene nada hacer eso —advirtió ella.

—¿Ah, no? ¿Y eso por qué? —Agarró a la mujer por su pelo negro azabache y tiró de él para obligarla a bajarse de la moto—. ¿Quién me lo va a impedir? Si nos lo vamos a pasar muy bien, ya verás. —Tiró de su cabello hacia abajo para obligarla a alzar la mirada y dejar su cuello expuesto, dónde le dio un húmedo y repugnante lametón antes de decir—: Yo me voy a encargar de eso.

—Tú no sé cómo te lo vas a pasar, —dijo ella— pero yo me voy a divertir, y mucho.

La mujer ya se había visto antes en ese tipo de situaciones, por lo que sabía perfectamente lo que tenía que hacer y no se puso nerviosa por lo que aquel mal tipo le estaba haciendo. En lugar de ello, agarró con su mano la mano de él, la que sujetaba su cabello, y la presionó con la mayor fuerza que pudo contra su propia cabeza para que él no pudiese seguir tirando de su pelo ni haciéndole daño.

Con la mano libre empezó a golpear la cara del agresor una y otra vez, sin detenerse un solo segundo, y puso la mano detrás de su cuello para obligarle a bajar la cabeza y hacerla chocar con la rodilla que ella ya había levantado.

Después se concentró en seguir golpeando con la rodilla, pero esta vez en la entrepierna de aquel sucio depravado de malas intenciones, hasta que le causó tal dolor que, tal como ella ya sabía, él se vio obligado a soltarla.

En ese momento ella podría haberse montado en la moto para salir lo más deprisa de allí, justo lo que recomiendan en todas las clases de defensa personal, pero ese no era su cometido, su cometido era liberar a la ciudad de aquellos monstruos desalmados que tenían aterrorizadas a todas las mujeres que se cruzaban en su camino.

Por eso, en lugar de huir, colocó los brazos en una posición de defensa y continuó golpeando sin descanso la zona de la ingle de aquel tipo hasta que a él no le quedó otro remedio que tirarse al suelo retorciéndose de dolor.

Solo en ese momento, ella extrajo una brida del bolsillo trasero de su pantalón y se la puso al tipo en las manos, cerrándola a su alrededor como si se tratase de unas esposas. Después colocó una segunda brida por dentro de la primera y le sujetó las manos a una farola para que él no pudiese ir a ninguna parte.

—Te advertí que no te convenía hacer eso —dijo la mujer al ponerse en pie, sacudiéndose el polvo de los pantalones.

Entonces ella extrajo una cinta morada del maletero de su moto, el color que la sociedad ha elegido para el movimiento "No es no", y la ató a la farola por encima de su cabeza.

—¿Pero tú quién narices eres? ¿De dónde diantres has salido? ¡No eres una mujer normal!

—No, es evidente que no lo soy. —Se subió de nuevo en su moto—. Soy La guardiana, y más te valía empezar a temerme.

La guardiana arrancó su moto y siguió su camino rumbo a los callejones más oscuros, el lugar en el que los violadores arrastraban a sus víctimas para hacer con ellas lo que se les antojara, e hizo una llamada con sus auriculares Bluetooth.

—¿Quién es?

—¿Agente Gutiérrez?

—Sí, soy yo.

—Soy La guardiana, te he dejado un regalito en el barrio de La Esperanza, atado a una farola de la calle principal.

—¿Delito? —preguntó la agente Gutiérrez.

—Intento de violación, esta vez ha sido a mí misma.

—De acuerdo, salgo ya mismo a recoger el paquete.

—Busca la cinta morada.

—Como siempre...

Con ese asunto zanjado, cortó la llamada y aumentó la velocidad de su moto para llegar más rápido a su destino, pues ese tipo le había hecho perder un tiempo muy valioso.

El barrio de La Esperanza, bonito nombre para un sitio en el que pululan delincuentes de todo tipo, drogadictos, ladrones y, sus preferidos, los violadores.

La guardiana los odiaba con todas sus fuerzas, se había encontrado con muchas de sus víctimas en su profesión y siempre había tenido el deseo de salvarlas, de poder protegerlas antes de que se viesen obligadas a acudir a las urgencias de un hospital con golpes, laceraciones, cortes, heridas, mordiscos, moretones y partes de su cuerpo desgarradas o mutiladas.

Eso último ocurrió, por ejemplo, en el caso de Lilian: su exnovio le extirpó el clítoris y le desgarró la vagina con numerosos objetos de forma fálica, además de hacerle un profundo mordisco en uno de los senos, para marcarla como suya y que ningún hombre se le volviese a acercar jamás. Le infundió tal miedo a la pobre chica que fue ella misma la que se aisló de todas las personas del género masculino, incluso la pobre creía por la maldita "cultura del honor" que era ella misma la que tenía la culpa de todo lo que le había hecho ese monstruo por darse la oportunidad de estar con otra persona después de haber acabado con la relación tras descubrir que él le estaba siendo infiel con muchas otras chicas.

La misma guardiana había sufrido con anterioridad varios intentos de violación, pero gracias a dios ninguno de ellos había llegado a buen puerto. Fue uno de esos sustos que se llevó el que le hizo tomar la decisión de apuntarse a clases de defensa personal, y fue presenciar la violencia que su ex prometido quería ejercer contra una mujer lo que le hizo decidirse a hacer todo lo que estuviese en su mano para proteger a las mujeres que sufrían cada día a manos de hombres que decidían usar su fuerza para hacerles daño.

Después de la clase de defensa personal, la básica y la avanzada, La guardiana decidió aprender más artes marciales. En los últimos cuatro años había aprendido taekwondo, judo, aikido, jiu jitsu, boxeo, kárate, kung fu...

Era como una esponja que aprendía rápidamente los movimientos y las técnicas que le enseñaban los profesores o senseis, y había sustituido su adicción al sexo por su adicción a las artes marciales que, al igual que este, también le proporcionaban adrenalina y dopamina, por eso siempre estaba aprendiendo más y nunca tenía suficiente.

Pero no lo hacía por egoísmo, lo hacía de una manera altruista porque quería poder hacer algo para cambiar la situación de las mujeres que hoy en día no pueden salir a la calle sin pararse a pensar si algún mal hombre tendrá la intención de forzarlas contra su voluntad y, aunque le costaba mucho admitir que era así, una mujer no podía hacer absolutamente nada contra la fuerza bruta de un hombre si no se le había enseñado a defenderse correctamente.

De pronto, La guardiana oyó un aterrador grito femenino proveniente de un oscuro callejón, por lo que detuvo su moto y caminó sigilosamente hacia el lugar.

Antes de entrar hizo una nueva llamada con su auricular Bluetooth y habló en voz muy baja:

—¿Sí?

—Elena, aquí La guardiana.

—Dime.

—Estate preparada, en un rato te llevaré a una mujer.

—Perfecto, avísame cuando estés llegando.

Cortó la comunicación y se dirigió hacia allí. Había llegado el momento de hacer aquello para lo que había venido, librar a una mujer de las garras de un desalmado violador antes de que a él le diese tiempo de hacerle daño.

Los gritos de la mujer no cesaban, La guardiana le oía gritar "Para", "No", "Suéltame, por favor", a la par que llegaba a sus oídos un llanto desolador.

Por eso mismo aceleró el paso, el imbécil que la había detenido en la calle principal con sucias intenciones le había hecho perder un tiempo muy valioso.

Tenía que haber llegado mucho antes, lo sabía, ya le había dicho a ese mal tipo que no tenía tiempo que perder, no si era la integridad física y emocional de una mujer indefensa lo que estaba en juego.

Pero ella no era una mujer indefensa, ya no, ella misma se había encargado de eso, por lo que corrió lo más deprisa que pudo hacia aquellos gritos que le desgarraban el alma.

Le bastó apenas un segundo para analizar la situación: una mujer yacía en el suelo tratando de resistirse al agarre de un hombre, que la sujetaba con una mano contra la dura superficie y con la otra se bajaba los pantalones.

La ropa de ella estaba desgarrada en la zona del pecho, donde ella trataba de cubrirse, y la falda que llevaba estaba subida para dejar al descubierto su entrepierna, donde había desaparecido la ropa interior.

Por más que la pobre se afanaba en que él le soltará y en cubrir su desnudez, no conseguía hacer nada contra la inmensa fuerza de él.

Pero aunque ella misma lo creyese, no estaba indefensa ante ese desalmado que trataba de violarla, La guardiana había venido para ayudarla a ella y al resto de mujeres que se encontrasen en su situación.

Si eso fuese una película ella habría dicho algo del tipo "Eh, tú", o el típico "Pss" para llamar su atención y que soltase a su víctima, pero eso era la vida real.

Por eso, como el hombre se encontraba de rodillas y de espaldas a ella, le puso el brazo bajo el cuello con un movimiento tan rápido que resultó casi inadvertido.

Sabía que la clave para la defensa personal era moverse muy rápido y pillar al agresor por sorpresa, de esa forma no le daría tiempo a apartarse ni a atacarla a ella. Si el agresor conseguía atacar a La guardiana y dañarla nadie podría proteger a su víctima de él.

Con el brazo bajo el cuello del violador, tiró hacia atrás, pero no con la intención de ahogarle. Lo hizo para obligarle a soltar a la mujer que tenía inmovilizada en el suelo.

En cuanto la pobre se vio libre del agarre, se cubrió lo mejor que pudo y se arrinconó contra la pared en estado de shock, incapaz de apartar la mirada de los movimientos de La guardiana.

Esta, por su parte, obligó al hombre a ponerse de rodillas de nuevo apretando su cuello con fuerza y, tras poner la mano en su cabeza, le obligó a tumbarse panza abajo donde, sin pararse siquiera a pensar con un movimiento muy automatizado, le inmovilizó las manos en la espalda con otra de las bridas que llevaba en el bolsillo.

Entonces, sin ningún miramiento, tiró con fuerza de sus manos atadas para obligarle a ponerse en pie y le arrastró junto a un canalón, dónde volvió a sacar una nueva brida que metió dentro de la primera para retenerle junto a él.

—¿¡Pero qué haces!? —dijo el hombre en cuanto fue capaz de reaccionar, demasiado tarde para él—. En cuanto me libere voy a ir a por ti, va a ser mucho más satisfactorio para mí violarte a ti en lugar de a ella, me gustan los retos.

—Pues mucha suerte. —La guardiana se dirigió al lugar en el que estaba la mujer y le puso su chaqueta por encima para cubrirla.

—Gracias —dijo la pobre con ojos llorosos.

—Ven conmigo, te llevaré al hospital. —Condujo a la mujer abrazándola por los hombros hacia su moto.

—NO ME DEJES AQUÍ —gritó el hombre.

—Tranquilo, pronto vendrá alguien a recogerte.

Hizo una nueva llamada a la agente Gutiérrez por sus auriculares.

—¿Sí?

—Soy La guardiana otra vez, —Ató otra nueva cinta morada que extrajo del maletero de su moto a una farola— busca la cinta morada de una de las farolas de La calle gris, en el callejón cercano te he dejado un nuevo regalo.

—Perfecto, acabo de recoger el primer paquete.

La guardiana cortó la llamada y gritó hacia el interior del callejón:

—NO TE PREOCUPES, EN UN PAR DE MINUTOS VENDRÁN A POR TÍ.

Sacó una manta del maletero de su moto y se la entregó a la aterrorizada mujer para que se cubriera con ella. Acto seguido, la instó a subirse de paquete en la moto.

Cuando arrancó para salir de aquel barrio donde sólo habitaban delincuentes y malhechores, escuchó las sirenas del coche patrulla y se cruzó con él donde, en el asiento del copiloto, la agente Gutiérrez ya iba a detener al segundo violador de la noche.

—¿Quién eres? —preguntó la persona que sujetaba su cintura con fuerza sentada detrás de ella en la moto.

—Soy La guardiana, y estoy aquí para protegerte.

—Supongo que no puedo hablarle a nadie de ti, ¿verdad?

—Me harías un gran favor, es la única forma en la que podré seguir protegiéndoos a todas.

—Tranquila, me has salvado la vida, no seré yo la que te traicione.

—Gracias. —Hizo una nueva llamada por sus auriculares bluetooth, esta vez a su mejor amiga.

»Elena, soy La guardiana otra vez, vamos para allá.

_________________

Nota: si quieres saber cómo llegó La guardiana a ser quién es puedes buscar "Las conquistas de Jacqueline" en Dreame o Sueñovela, pero no es necesario leerlo para entender la historia puesto que esto no es una segunda parte, es un libro independiente que tiene a la misma protagonista.

Actualizaré los capítulos semanalmente, aunque aún no he decidido en qué día de la semana lo haré.

Palomy Pla

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Recién lanzado: Capítulo 1 1   05-26 20:04
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1 Capítulo 1 1
26/05/2022
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