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Negocios con la Secretaria

Negocios con la Secretaria

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Gala Jones, es la secretaria de Héctor Couper, quien es el presidente de la más famosa empresa de exportación de licores de todo Michigan. Este empresario junto con su hermano Riley Couper llevan las riendas de la compañía familiar, pero, para nadie era un secreto que únicamente Héctor era la cabeza de la empresa familiar, ya que su hermano se la pasaba metido en líos amorosos casi todos los días. Para mala suerte de estos CEOS, el abuelo de ambos, los castiga imponiéndole una orden bastante estricta. Riley por ser el menor y más descarrilado, debía casarse con una buena mujer y que fuese aceptable para el viejo. En caso de que su nieto se rehusara, fueron amenazados con quitarles su herencia y la empresa. Para Héctor aquello no era opción, él adoraba la compañía, y por esa razón se puso en la búsqueda de una novia adecuada para el idiota de su hermano. Y no le fue muy difícil encontrarla, la tenía justo en las narices y no se había dado cuenta de ella. Gala, poseía las características adecuadas que su abuelo exigía. Así que, él pensó que con ofrecerle una buena oferta no se resistiría para que hiciera el papel de esposa de Riley. El problema era que… al conocerla mejor, ya no estaba tan seguro de dejarla ser la esposa de su hermano.

Capítulo 1 1. Fin de mes

Gala Jones, recibe su cheque del mes por parte del mensajero de la empresa. El joven que arrastra un carrito de metal con cientos de recados deposita un cheque sobre su escritorio para luego facilitarle una carpeta en donde ella deja plasmada su firma.

La hermosa pelirroja le sonríe al muchacho al tiempo que le entrega la carpeta junto con el bolígrafo.

—Muchas gracias.

El joven se marcha asintiendo con la cabeza, la joven toma el sobre blanco y con nerviosismo lo abre el mismo… con tristeza divisa la cantidad de dinero que le llego ese mes, su cabeza se desbordaba de preocupación. Eso le pasaba por andar pidiendo dinero por adelantado a la compañía.

—Demonios, no debí pedir ese adelanto —Se dice mordiendo sus labios.

Gala, guarda el sobre en su bolso, ajusta sus gafas enfocando la mirada en la pantalla de su ordenador. Necesitaba terminar esa misma tarde las carpetas para la reunión que su jefe tendría al día siguiente. Después se preocuparía por llegar con vida en ese mes.

Miró la hora en su reloj, fijándose que tan solo le quedaba una hora para terminar y poder irse a casa con la cabeza tranquila por esa parte. Su jefe era demasiado estricto como para que cometiera errores, y no estaba en posición de que la despidieran por inepta. Ahora más que nunca necesita mantener ese empleo, lo que debía hacer era dejar de pedir adelantos.

Suelta un suspiro al mismo tiempo que su teléfono empezó a sonar, al dar un respingo la pelirroja contesta el aparato con algo de susto.

—Dígame, señor Couper, ¿Qué se le ofrece?

—Hágame el favor de venir.

—En seguida.

Rápidamente, se pone en pie sintiendo los nervios a millón, camina con pasos decididos hacia la oficina de su jefe, abriendo la puerta sin siquiera tocar.

—¿En qué le puedo servir, señor Couper? —Ella se queda a escasos metros del escritorio del enorme hombre ante ella, quien no apartaba la mirada de su móvil.

—¿Termino con los informes para la reunión de mañana?

—Sí, no… me falta poco, señor. No se preocupe, todos estarán listos para mañana.

—Muy bien, ya sabe que no quiero errores. Esa reunión es muy importante, como sabe mi abuelo asistirá, así que necesito que todo esté en completo orden.

—Por supuesto, señor. Todo saldrá bien.

—¿Riley llamo?

—No, señor, su hermano no ha llamado.

Héctor, dejo de teclear en su móvil, se queda mirando la pantalla brillante por un momento para luego levantar la mirada. Mira a su secretaria desde la altura de donde comienza aquel pantalón de vestir negro tan horrible. No deseo detallar más de ella, total no vería mucho que digamos.

El castaño observa los ojos de su secretaria atreves del cristal de sus anteojos, la mira detenidamente sabiendo que no podía echarle la culpa de que el imbécil de su hermano no se preocupara por la compañía. Era un pendejo irresponsable que se quedaría sin herencia como continuara como gilipollas.

—¿Y usted no lo llamo?

—Sí, pero no me atendió la llamada —Contesta con pavor.

—Porque marco del número de su oficina, debió llamarle desde su móvil, señorita Jones. ¿No lo cree? —Cuestiona mortalmente serio.

Ella palidece al instante, ¿y cómo le explicaba a su jefe que tenía el móvil sin poder pagarle la renta? No obstante, era consciente de que no era su responsabilidad tener que llamar al señor Riley desde su móvil personal, si no contestaba cuando lo llamaban de su propia empresa, entonces ya no era su culpa.

—No pensé que podía llamar al señor Couper desde mi móvil personal —Ella pestañea repetidas veces.

Héctor Couper, frunce el ceño, por una parte, ella tenía razón. No tenía porque, pero… se reprocha internamente.

—Yo me encargaré de eso.

—¿Necesita otra cosa?

—Puede irse —Héctor regresa la mirada a su móvil.

Gala, aplana los labios para luego darse la vuelta y abandonar la oficina de su jefe. Al cerrar la puerta a sus espaldas suelta el aire estrambóticamente. Un día de esos se iba a morir pero de un infarto.

Ella niega rápidamente, y corre a su escritorio para terminar los informes y poder irse a tiempo. No podía estar perdiendo el tiempo, las horas son muy valiosas para ella.

[…]

Héctor, busco en su móvil el número de su hermano, y de inmediato le marco. Pero el aparato sonaba y sonaba y Riley no contestaba, cosa que irritaba a Héctor. Siempre se la estaba dando de importante, mientras que desatendía los verdaderos asuntos importantes.

—Vamos Riley, contesta el maldito aparato. Necesito que estés aquí mañana —De pronto dejo de timbrar y alguien contesto.

—¿Diga? —Era la voz de una mujer, de inmediato Héctor puso los ojos en blanco.

—Riley —Menciona el nombre nada más.

—Está dormido, ¿quiere que le deje el recado?

—Despiértalo con un demonio —Demanda frustrado.

Al cabo de lo que fueron unos minutos, Héctor ya había perdido toda la paciencia que mantenía reservada de ese día. Como era costumbre, el idiota de su hermano siempre consumía todo sin importarle nada.

—¿Qué pasa, Héctor?

—¡Idiota! ¿Qué coño crees que estás haciendo? Deberías estar aquí apoyándome, en vez de estar metido en quién sabe dónde y con quien sabe quién.

—Vamos, bájale un poco al tono, quieres. Eres mi hermano mayor, no mi maldito padre.

—Agradece que el viejo este muerto para que no vea lo inútil que eres…

—¿A qué debo tu encantadora llamada, hermanito?

—La es mañana, debes estar aquí, te guste o no…

El CEO, escucho como su hermano se quejaba del otro lado de la línea, y lo único que le provoco era tomarlo por cuello y ahorcarlo hasta hacerlo entender cuál era su deber y responsabilidad.

—Que molesto eres, Héctor. ¿De verdad es mañana?

—Si el abuelo no te ve aquí, puedes ir despidiéndote de esa herencia que tanto deseas Riley.

—No me jodas con eso, quieres…

Riley, quita la pierna desnuda de la mujer que tenía encima para conseguir sentarse en la cama. Se pica el puente de la nariz intentando despertar, toma su reloj de pulsera de la mesa fijándose que ya estaba por anochecer.

—Tendré que tomar el jet en estos instantes para llegar a Michigan a tiempo. Si es que quiero estar en esa maldita reunión.

—Más te vale que lo estés, o personalmente te romperé la maldita cara con la que naciste.

—Sí, si… eres un pesado Héctor.

—Necesito a un empresario a mi lado, no a un ligón.

—No te hagas el santo, hermanito. No eres una blanca palomita.

—Pero estoy al frente de la empresa, tú lo único que has hecho es dar problemas y despilfarrar el dinero.

—Bueno, para el carro ya… estaré en la maldita reunión a tiempo.

Riley, corta la llamada, soltando un largo suspiro. Frota su rostro con fastidio, luego mira por encima de su hombro a la morena con enorme trasero que dormía de espaldas. Era una gran tentación ese culo que lo incitaba a quedarse en la cama, pero necesitaba salir de esa habitación para poder llegar a tiempo a la empresa.

El castaño se pone en pie recogiendo sus pertenencias para vestirse…

—¿A dónde vas cariño? —La melenuda levanta el rostro soñoliento y agotado de la almohada.

—Debo irme.

—Quédate un poco más, aún es muy temprano.

—No puedo, tengo asuntos importantes que atender en la empresa.

—Yo soy importante, querido.

—Esto es más importante que tú, lo siento nena…

Dicha aquellas palabras abandona la habitación sin mirar atrás…

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