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Vuelveme a encontrar

Vuelveme a encontrar

5.0
10 Capítulo
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El lo observa todo, pero no está dispuesto ha hablar, su silencio la ayudara piensa y no se equivoca. Aquel día en el parque a las afueras de una de las zonas más exclusivas de la cuidad una mujer corre por su vida intentado con todas sus fuerzas escapar. Kay Franklin se encontraba corriendo con altos niveles de sustancias tóxicas en el cuerpo, después de de todo era lo único para que se se sentía bueno. Correr. En el desespero de la mujer por aún salvar su vida corrió hacia el lago. La vida es un chiste, pues si no hubiera sido por esa piedra ella no estaría vivía. ¿Qué peligro representa aquella mujer? ¿Por qué asesinarla? Se hacen tantas preguntas, pero ningunas tienes respuesta. —Amelia, ese es mi nombre Amelia... —la sostiene en brazos. —Carajo, Amelia abre los ojos —grita. Se arrastra hacia la orilla del lago y toma su teléfono. —Papá ayudame.

Capítulo 1 Amelia

Mi cuerpo se siente adolorido, mis cabeza me duele. Cuando abro los ojos todo es color blanco, levanto mis manos para mirarlas y el dolor es terrible pero lo logro.

Veo algo conectado a mi brazo y veo mis muñecas moradas, mi brazos rasguñados.

Bajo mi mano derecha y levanto mi mano izquierda para sentir mi cabeza, está vendada. Quiero hablar pero mi garganta me duele.

Estoy confundida y aturdida, quiero hablar pero no puedo, el solo hecho de abrir mi boca es doloroso. Bajo mi brazo y me quedo observando los alrededores, hay una ventana y puedo observar la puerta también con una ventana pequeña. A los pocos minutos alguien ingresa y me ve fijamente.

Su bata está limpia, su mirada es se sorpresa, una sonrisa se asoma por esos labios rojos.

—¿Cómo te sientes? —es lo primero que me pregunta.

Intento hablar pero no logro comunicarme concretamente. Ella se me acerca y me pone una linterna en los ojos, me toca la frente.

—¿Veo que no puedes hablar? —parpadeo dos veces —Entiendo no te esfuerces, tranquila todo estara bien ahora.

Asiento con la cabeza, la doctora se retira luego de escribir algunas cosas en su cuaderno. Estoy mirando fijamente la pared blanca, entonces comienzo a pensar.

Pienso, comienzo a pensar...

Pero mi cabeza está en blanco, mis pensamientos son nulos.

—Entonces se encuentra bien...

Abren la puerta y lo logro ver, un hombre mayor, con la mandíbula fina, los labios rosados, si piel clara, sus ojos grandes y su cabello negro bien peinado, lleva traje y me observa unos segundos sorprendido.

Se acerca a mi y sonríe, me extiende la mano.

—Mi nombre es Emanuele Franklin —dice, con mucho dolor alzó la mano para tocarlo.

Espera una respuesta de mi parte, pero no respondo, ante sus saludo.

—No puede hablar por el momento, por otro lado quiero hacerle preguntas.

Suelto su mano y el me da una última mirada.

—¿Ya saben algo de ella? —le pregunta. Ella niega con la cabeza.

—Justo eso quiero hablar, afuera.

Los veo salir, pasa mucho tiempo pues cuando vuelvo abrir los ojos veo a un joven en el sofá hechado, su rostro está relajado, su cabello castaño está a un costado desordenado, está cubierto por una manta y no logro verlo bien.

¿Quién será él?

¿Quién soy yo? —me pregunto. Sigo intentando pensar... Mi nombre, mi apellido, mi edad, mi familia, ¿Tendré familia?, ¿Y hermanos?, ¿Esposo o novio?

Cómo puedo no recordar nada, pero si se varios términos, no entiendo que es lo que me pasa.

¿Qué me sucedió, por qué estoy aquí?

Un Hospital.

Mi cuerpo se siente menos adolorido, nuevos mis pies de arriba a bajo.

Lo veo dormir, lo veo descansar por varias horas mientras yo intento mover mi cuerpo.

—Buenos días —me saluda la misma mujer de ayer, pero lleva ropa azul y una bata.

—Hola —digo haciendo mi máximo esfuerzo. Ella sonríe.

—Veo que vas mejorando.

Parpadeo varias veces.

—Bueno entonces quiero que me ayudes, ¿Puedes?

Asiento con la cabeza.

—¿Cuál es tu nombre? —me pregunta. Me quedo en silencio, entonces ella me toma de la mano.

—No sé —respondo. Ella asiente con la cabeza.

—Tranquila, todo está bien, todo estará mejor.

No puedo evitarlos, varias lágrimas salen de mis ojos, quiero levantar la mano pero me duele mucho el brazo.

—No te esfuerces mucho, ella me limpia las lágrimas.

Escucho que se levantan del sofá y veo al muchacho levantarse.

—Amelia —dice mirándome.

¿Amelia?

—¿Sabes su nombre? —le pregunta la mujer de blanco al muchacho.

Él se estira soltando un sonoro bostezo y se acerca a mi, me toma de la mano y se pone de cuclillas. Sus ojos son verdes, pero su tono es hermoso, sus pestañas son largas y claras casi del mismo tono de su desordenado cabello, su mandíbula es fina, sus manos están suaves.

—Lo dijo antes de cerrar los ojos —dice mirándome a los ojos. Su mirada me intimidad, de cierta manera estoy algo avergonzada.

—Kay hablemos afuera.

El retira su mano suavemente y sale con la doctora, lo veo mover la boca a fuerza por la ventana y de rato en rato mirarme.

Poco poco voy recobrando la fuerza en el transcurso de los días, después de varias pruebas me dectaron amnesia retrógrada.

En estos días le han llenado de preguntas pero yo no he sido de mucha ayuda, por otro lado el señor Franklin ha venido varias veces en estas semanas para ver mi proceso.

—¿Hija cómo sigues? —me pregunta.

—Mucho mejor señor —digo levantadome del sofá.

—Mi hijo no pudo venir hoy, pero me dijo que si has pensado en lo que te dijo.

Lo miro a los ojos y asiento con la cabeza.

—Señor yo realmente no sé de dónde soy o de dónde vengo, su hijo dijo que me llamaba Amelia...

—Para nosotros será un gusto que vengas a vivir a casa con nosotros, Kay es un chico irresponsable, de mal carácter, pero estas semanas ha demostrado responsabilidad, y el sentido del compromiso —mira a otro lado y luego vuelve a mirarme —yo también te pido lo mismo, que vallas a casa con nosotros, hasta encontrar a tu familia.

Él señor avanza y yo me quedo en mi lugar, me da un abrazo y yo abro las manos para darle también un abrazo.

—Papá —escucho su voz en la puerta.

—Kay —dice sorprendido y alejándose de mi algo nervioso.

Kay me mira y yo lo miro.

—¿Cómo amaneciste hoy Amelia? —me pregunta con la voz sería.

—Bien —es lo único que puedo responderle.

—Papá la doctora quiere que firmes los documentos de alta de Amelia —dice.

—Claro voy —responde rápidamente.

Kay me toma de la mano y sonríe.

—¿Te puedo pedir algo? —me pregunta.

Asiento con la cabeza y se acerca a mi rostro, estamos a solo milímetros el uno del otro, hasta que llega a mi oído.

—No confíes mucho en mi papá.

Se aparta de mi y contengo el aire, nos mejillas están rojas. Él sonríe y inclina la cabeza pone sus manos en mi rostro.

—¿Te puse nerviosa? —me pregunta.

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