/0/8313/coverbig.jpg?v=f69c781a1b4815be563b0aa4c635cf79)
Elena solo desea ejercer en aquello para lo que ha estudiado, enfocarse en sus objetivos, sonreír, salir y disfrutar sin compromisos de por medio. Hero Clark no supera la traición de su exprometida y busca con desesperación una madre sustituta para una pequeña que dejan en su apartamento. Ella intenta cargar con el peso de las deudas de su padre. Él hace un trato con un desconocido para resolver sus problemas. El destino los junta en un club y los separa al día siguiente para volverlos a unir en los preparativos de una boda. ¿Qué tan peligroso sería encontrarte con el hombre que te llevaste a la cama una noche de locura, y caer en cuenta de que será tu futuro esposo? ¿Cómo lidiar con un galanazo prepotente, dominante y arrogante esposo millonario?
Elena:
-¡Salud! -vocifero con una multitud desconocida que me sigue tras la barra. Levanto mi Gintonic y seguidamente lo llevo a mis encendidos labios color carmín.
El sudor mezclado con gotas de alcohol ruedan por mi cuello hasta manchar el escote de mi vestido. El dije de mi colgante se ha pegado a la piel que me recubre los pechos y sonrío como la estúpida borracha que soy ahora.
Un fuerte olor a piña colada inunda mis pulmones junto con la frescura de un aroma que no distingo. Cierro los ojos, sin la mínima certeza de qué hago o cómo me muevo. Solo escucho a Britt cantar de forma horrible mientras Abril grita a los cuatro vientos que ama a su ex. Elevo los brazos y la mirada al techo reluciente de la disco mientras mi cintura se contonea, haciéndome impactar contra pantalones irrespetuosos y portañuelas abultadas. Ahora nada de eso me importa.
«Voy a casarme». Me repito varias veces, muerdo mis labios en frustración y dejo que mis caderas sean poseídas por manos extrañas. Me dejo llevar.
«Me ha vendido a un viejo que no conozco...». Vuelvo a torturarme sin poder evitarlo. Lo aborrezco, odio a quien alguna vez tuvo el privilegio de llamarse padre.
-¡Voy al baño! -le grito a Britt al oído. Ella asiente sin dejar de saltar al ritmo de la música estruendosa que ha logrado debilitar mis oídos.
Con un fuerte dolor de cabeza y el corazón cada vez más destrozado, camino intentando mantener la postura con la que he llegado, lo cual me resulta prácticamente imposible. El ardor en los dedos de mis pies me obligan a apoyarme de una pared. Recorro mis alrededores con la vista y entre tantas personas bebiendo y teniendo sexo con ropa, dudo que alguien se detenga a ver a una ebria quitarse los zapatos. Me despojo de mis peligrosos tacones y con la espalda arqueada esquivo a quienes se tropiezan en mi camino.
Las lágrimas se asoman, pensé que bebiendo superaría un poco la desgracia que se avecina y lo único que he conseguido es multiplicar mi dolor.
La fila para entrar al baño es corta, me posiciono tras una morena que me supera dos veces en altura y no puedo evitar echarme a llorar, porque eso solo me recuerda lo pequeña e insignificante que soy ante las órdenes de mi padre.
Me llevo las manos a la cabeza. Mis sentidos quieren explotar y tomo una bocanada de aire cargada de ira e impotencia.
-¡¿Estás bien?! -me pregunta la morena y alzo la vista a su rostro. Lleva un maquillaje extremadamente exagerado pero su semblante preocupado me hace ignorar el largo exótico de sus pestañas y los razgos varoniles de su mentón.
-Eh... ¡Ebria estoy, como nueva! -le contesto y vuelvo a estallar en un llanto más que dramático. Me siento como la mierda.
Cubro mi rostro con mis manos y me ahogo sola. Una mano se posa en mi brazo y al dejar de cubrir mi cara me encuentro con la compasión de la joven -o el joven-, que me brinda apoyo emocional. No hago más que mentir con que el alcohol me pone sensible. Espero a que haga sus necesidades y una vez sola entre las enmarañadas paredes de los baños femeninos suelto un grito que me desgarra la garganta.
"Eres la solución a nuestros problemas, Ele..."
No puedo cargar con sus errores... No otra vez.
Dejo los tacones sobre el lavabo y abro el grifo para lavarme la cara. Levanto la vista y hago una mueca horrorizada al ver mi aspecto. Tengo todo el rimel regado alrededor de mis ojos, el delineado por suerte está intacto, al igual que el labial. Agarro un pedazo de papel sanitario y limpio el desastre negro que me hace parecer ridícula y fea. Sin embargo, de poco sirve, porque no puedo estar dos minutos sin llorar.
«¡Basta Elena, fuerza!». Me exijo a mí misma, con la confianza que han depositado mis hermanas en mi espíritu.
En estos momentos me siento destruida, vendida... Sin gota de dignidad ante la idea de doblegarme ante mi padre y un anciano que no tengo las mínimas ganas de conocer. Un escalofrío me recorre completa al imaginarme en la cama de un señor que bien podría ser mi abuelo. Siento asco, terror.
Agarro lo que me hace lucir cinco centímetros más alta de lo que soy y un poco más tranquila abro la puerta dispuesta a beber todo lo necesario hasta perder incluso la noción de quién soy. Descalza y mareada me encamino hacia el pasillo aglomerado que conduce la pista de baile, juro que el primero que me toque tendrá la suerte de irse conmigo a mi departamento.
-¡Mierda! -exclamo. Mis manos han amortiguado mi caída, pero nada disimula la posición extraña en la que he quedado, con mis cuatro extremidades apoyadas en el piso. Sin gota de control y equilibrio espero a que quien sea que me haya lanzado al suelo tenga la amabilidad de ayudarme.
Pero para mi mala suerte, esa ayuda no llega.
Me dejo caer a un lado y maldigo mil veces porque nadie es capaz de socorrerme. Recargo mi cabeza contra la pared tras mi espalda y junto mis piernas para impedir que se me suba el vestido. Me siento como el demonio y el puchero se forma solo en mis labios, no soy lo suficientemente fuerte como para ignorar la carga que llevo en mis hombros.
-Hija de puta -pronuncia una voz masculina a mi lado y vagamente giro el rostro. Un hombre se encuentra a mi lado, tumbado en la misma posición que yo y prácticamente igual de destruido.
Lleva una camisa blanca remangada hasta sus codos y unos pantalones negros empolvados a la altura de sus tobillos. Luce bien, aunque demacrado. Una barba incipiente viaja desde su mentón hasta su barbilla, otorgándole un aspecto maduro. Su cabello está revuelto, es oscuro y brillante, lastima que no pueda ver más, desde mi posición solo alcanzo presenciar el lateral de su rostro.
-Esa niña no es mía -musita apretando los dientes y por la cercanía de nuestros cuerpos logro decifrar un par de frases más.
-¡Estás tirado en el medio de un pasillo, obstruyes el paso! -le alzo la voz para que pueda escucharme y sigue mis réplicas hasta hacer contacto conmigo. Sorbo por la nariz ante la consecuencia de mis lágrimas y observo un par de ojos encendidos de llanto escanearme completa.
-¡No es qué tú estés en una buena posición como para hacer la diferencia! -me contesta ensimismado, casi débil.
Alzo mis cejas en acuerdo a sus palabras y le enseño mi pulgar. Desvío la mirada a mis manos y las noto temblorosas.
«Otra crisis de ansiedad, perfecto Ele». Me digo y presiono mis uñas contra la carne de la palma de mis manos en un intento por calmar mi inquietud.
No consigo frenar los mareos que me descontrolan la mente y opto por presionar mis ojos en espera de que se me pase por arte de magia.
-¡Levántate! -Nuevamente la voz del hombre triste me sorprende y levanto la mirada para encontrarlo parado frente a mí con sus manos estiradas.
Desde mi posición lo veo demasiado alto y corpulento como para no babear. No me niego a su invitación, de inmediato le extiendo una de mis manos y sin eficacia pretendo pararme como una mujer normal. Lo cual es absurdo, porque estoy tan mareada que a penas puedo levantarme sola.
Agarro mis tacones y permito que el extraño me levante como pluma, la facilidad con la que lo hace y la torpeza con la que impacto contra su pecho debido a mi no tan alta estatura, son el detonante perfecto para una crisis de nerviosismo que no ví venir.
Sus manos han viajado a mi cintura y mi rostro está pegado a su pecho. El aroma exquisito que desprende su camisa me embriaga de divinidad y cierro los ojos para disfrutar de un pequeño viaje a las alturas. Toda la tristeza de hace un momento ha sido sustituida por cosquillas entre mis piernas y culpo al alcohol por ser el mejor amigo de mis hormonas.
Levanto la vista y hago contacto con una mirada curiosa, calculadora y hermosa que me hace delirar. El color que no pude apreciar antes se hace presente y recorro con delirio los matices azulados que resaltan tras unas pobladas pestañas negras. Recorro las facciones de su fisonomía y me detengo en unos labios rojizos agrietados de un modo demasiado carnosos para ser real. Lamo mis labios involuntariamente y regreso la mirada al poseedor de tanta belleza concentrada.
-Disculpa por hacerte caer -pronuncia y su aliento amentolado con rastros de vodka se funde con mi respiración.
Niego hipnotizada y carraspeo para contestar.
-Debiste disculparte cuando me tuviste en cuatro ante tus narices -suelto sin pensar y trago en seco, pero no tengo ni gota de arrepentimiento por lo que el alcohol me hace decir.
Sus ojos se encienden y muerde su labio inferior haciéndome divagar en pensamientos sucios que deseo ejecutar.
-Eres una atrevida, pequeña -susurra inclinándose para acercarse a mis labios. No contesto, porque de hacerlo puede que le cuente todo lo inapropiado que tengo en mente-, ahora mismo te odio, así como la odio a ella -farfulla y suelta aire por su nariz con brusquedad. Sus manos bajan a mi trasero y lo aprieta de un modo que me hace soltar un quejido.
«Demonios no sé quién rayos es "ella", pero sí joder, necesito que me siga odiando».
-Estás preciosa -balbucea y deliza su lengua por mi labio inferior. Mis bellos se ponen de punta y me voy humedeciendo como una jodida adolescente-, incluso más que esa maldita... -interrumpe sus palabras y tira de mi labio con una mordida dolorosa.
He perdido la pizca de dignidad que me quedaba, así que sin más, estampo una de mis manos contra la portañuela de sus pantalones y agarro con poco éxito su miembro erecto y grueso. Necesitaría ambas para acunarlo perfectamente y eso me hace enmudecer.
-Vente conmigo y probemos si te queda -susurra con picardía en mi oído y no tengo que darle muchas vueltas para acceder.
«Si en un mes me casaré con un anciano, más me vale aprovechar con cuánto galanazo se plante en mi camino». Y sin pensar en mis principios, salgo del club a escondidas de mis amigas y subo al auto de un desconocido.
Mariana es una joven bailarina cubana de veinticuatro años que tras emigrar de su país natal hacia los Estados Unidos, se dedica a trabajar de mesera en la cafetería de su tío, con la ayuda de su primo Ricardo. En Miami conoce a Franco Rizzo, un italiano dueño de la famosa Casa Club "Vitale", situada en Nueva York, quién mediante manipulaciones y jugadas con dinero de por medio, consigue que la cubana viaje a trabajar con él. Adentrarse al mundo de tan poderoso hombre, y firmar un contrato que la obliga a bailar solo para él, la hace conocer sus más ardientes facetas. Mariana descubre que su arte, y la belleza de sus pies, están destinadas no al público, sino a quién la encaminó a las danzas de la sensualidad. Las cosas se tornan turbias cuando la obsesión proveniente de quién menos se lo esperan decide intervenir en la vida de Mariana. Y es aquí, dónde la incógnita enfrenta al famoso Franco Rizzo: ¿Valdrá la pena arriesgarlo todo por la latina que cambió su vida?
Durante tres años, Jessica soportó un matrimonio sin amor mientras su marido fingía impotencia. Sus mentiras se desvelaron cuando apareció una amante embarazada. Tras seis meses recopilando pruebas en secreto, Jessica se deshizo de él y construyó su propio imperio multimillonario. Tras el divorcio, se transformó en una figura irresistible, atrayendo admiradores. Un día, al salir de su oficina, se encontró con Kevan, el hermano de su exesposo. Él intervino, enfrentándose a ella: "¿Acaso era solo una herramienta para ti?". Los labios de Jessica se curvaron en una sonrisa tranquila mientras respondía: "¿Cuánta compensación quieres?". La voz de Kevan se suavizó. "Todo lo que quiero eres tú".
Olivia Abertton es dulce, divertida y cariñosa, la «niña de sus ojos» para su padre, Ernest Abertton, a pesar de ser hija de una relación extramatrimonial. Gabe Clifford es el director general de la mayor empresa farmacéutica del mundo. Inteligente, astuto, un hombre sin corazón, capaz de hacer cualquier cosa para conseguir lo que quiere. Pasó años preparando su venganza contra los Abertoon. Seguía siendo amable y alegre, incluso cuando todo a su alrededor parecía desmoronarse. Quería destruirla para poder saborear cada lágrima de Ernest Abertton, el hombre al que había dedicado su vida a ver sufrir. Ella estaba enamorada de su hermano. Él tendía la red y ella era la presa. De lo que Gabe no se daba cuenta era de que la venganza podía ser mucho más dulce de lo que imaginaba. Olivia, por su parte, nunca imaginó que pudiera existir alguien tan desalmado y sin escrúpulos como aquel hombre. Un deseo de venganza más grande que nada. Una mujer decidida a cambiar su destino. Un matrimonio tratado como un negocio. La utilizó como una forma de venganza contra el hombre que más odiaba. Sólo que no esperaba que conocerla sería su peor castigo.
Janet fue adoptada cuando era niña, un sueño hecho realidad para los huérfanos. Sin embargo, su vida fue cualquier cosa menos feliz. Su madre adoptiva se burló de ella y la acosó toda su vida. La mucama que la crio le dio todo el amor y el afecto de una madre. Desafortunadamente, la anciana se enfermó gravemente y Janet tuvo que casarse con un hombre que tenía mala fama en sustitución de la hija biológica de sus padres para cubrir los gastos médicos de la criada. ¿Podría ser este un cuento de Cenicienta? Pero el hombre estaba lejos de ser un príncipe, aunque tenía un rostro atractivo. Ethan era el hijo ilegítimo de una familia rica que vivía una vida lujosa y apenas llegaba a fin de mes. Él se casó para cumplir el último deseo de su madre. Sin embargo, en su noche de bodas, tuvo el presentimiento de que su esposa era diferente a lo que había escuchado sobre ella. El destino había unido a las dos personas con profundos secretos. ¿Ethan era realmente el hombre que pensábamos que era? Sorprendentemente, tenía un extraño parecido con el impenetrable hombre más rico de la ciudad. ¿Descubriría que Janet se casó con él por su hermana? ¿Sería su matrimonio una historia romántica o un completo desastre? Siga leyendo para saber cómo se desarrolla el amor entre Janet y Ethan.
Durante sus tres años de matrimonio con Colton, Allison ocultó su verdadera identidad y se esforzó de todo corazón para apoyarlo. Sin embargo, fue traicionada y abandonada por su esposo infiel. Desanimada, ella se propuso redescubrir su verdadero yo: una perfumista de talento, el cerebro de una famosa agencia de inteligencia y la heredera de una red secreta de hackers. Al darse cuenta de sus errores, Colton expresó su arrepentimiento: "Sé que metí la pata. Por favor, dame otra oportunidad". Sin embargo, Kellan, un magnate que se suponía que era discapacitado, se levantó de su silla de ruedas, tomó la mano de Allison y se burló desdeñosamente: "¿Quieres que te acepte de nuevo? Sigue soñando".
"Tú no perteneces aquí. Lárgate". Hanna, la hija legítima de Wheeler, regresó sólo para ser expulsada por su familia. Su prometido la engañaba con la hija impostora, sus hermanos la despreciaban y su padre la ignoraba. Entonces, se cruzó con Chris, el formidable líder de la familia Willis y tío de su prometido. "Hagamos como si nunca hubiera pasado", dijo ella. Sin embargo, a pesar de la esperanza de Hanna de separarse, Chris insistió en que fuera responsable. Él amenazó con revelar los verdaderos talentos de Hanna como doctora sobresaliente, guionista brillante y cerebro de un famoso estudio de diseño, obligándola a casarse. Una vez le pidieron a Chris que protegiera a alguien. El destino los reunió en circunstancias delicadas. Él había planeado mantener su promesa y proporcionar un refugio seguro, sólo para descubrir que Hanna estaba lejos de ser la delicada mujer que parecía. Era ingeniosa y astuta...
Pensé que mi matrimonio podría seguir adelante. El amor platónico también era amor, ¿sí? Pero, estaba totalmente equivocada. Resultó que mi marido no tenía nada malo de cuerpo, todo esto solo porque no fui de su gusto. Conmigo, era un hombre anormal en la cama. Pero con mi madre, ¡podría hacer todo lo que ella deseaba! Y el día, ¡los encontré en la cama juntos! Sin querer afrontar a ellos, decidí saltar del puente. Pero un desconocido me impidió, y me ofreció una propuesta especial. Y yo la acepté, y le entregó mi primera vez por capricho. Después de una noche loca, hui de su casa pensando que nunca volvería a encontrarnos. Luego fui a la fiesta de compromiso de mi tía, y ella hizo alarde de su fiancé frente a mí. Pero este era el mismo desconocido que pasó la noche conmigo. ¡¿Y él pronto sería mi tío político?!