Habían cometido un grave error, pero ahora estaban decididos a solucionarlo; permitieron que el multiverso fuera manipulado por las fuerzas oscuras de Aztabel. Ahora, luchaban contra los seres más poderosos por la custodia de la realidad.
Se desató una gran guerra entre los seres supremos. Los dioses de la creación, se aferraban a mantenerse de pie, pese a las complicaciones que se generaban en su lucha por convertirse en los emperadores de todo. Aztabel siempre atraía la destrucción, pero la Energía, era absoluta en el multiverso.
El último ataque al que recurrió la Energía y el Tiempo, fue al gran destello que desencadenó la creación del multiverso como lo conocemos hoy en día. Se dice que fue un acontecimiento similar al big bang, salvo que la Energía, creó tantos universos en un solo punto generador de luz celestial.
Y de la luz, nacieron cien dioses. Cien deidades supremas, herederas de la omnipotencia de sus padres.
Cada deidad, fue dotada de un poder tal, que les permitía manipular la materia a su antojo. Incluso ellos, en su arrogancia, decretaron la ley más básica del multiverso: la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Pero aquel que puede crearla o destruirla, es un dios.
Los ganadores exiliaron a los perdedores al sitio más recóndito del multiverso, una zona inhabitable, incluso para un ser inmortal. Ahí, solo vivían las criaturas más grotescas de la antigua era; entes dignos de aparecer en los relatos de Lovecraft, pues hasta los más valientes, enloquecían al ver su apariencia.
El sitio era un planeta de proporciones colosales, aunque tenía las peores condiciones, pues sus temperaturas sofocantes y sus paisajes aterradores, hicieron del astro un pasaje digno de narrarse en los relatos bíblicos sobre cómo se vería el infierno. Su nombre era IRH-444-10000K, el nuevo hogar de las deidades oscuras.
Todos fueron abandonados en ese lugar, menos uno, el mismo dios de la muerte, Azrael Morsnirum, una entidad que prefirió abandonar su naturaleza y servir a la energía con eterna lealtad. Él le sería útil en un futuro próximo, por tal motivo, no lo abandonó.
Después de la guerra, los dioses repartieron al imperio en secciones iguales. Cada uno tendría su propio reino, a cambio de no pelear por el poder absoluto.
Algunos no parecían conformes con el acuerdo, pero sentían satisfacción por sus reinos, lugares que se convirtieron en la cuna de numerosas criaturas, las cuales, habitaron en las galaxias y planetas de sus reinos en el multiverso.
Las primeras entidades en existir, fueron los ángeles y según el trato de todos los dioses, los seres alados servirían para alabarlos, sin la oportunidad de pensar o razonar más allá de su comprensión.
Y aunque todos aceptaron la proposición, uno de ellos fue en contra de lo contemplado. No estaba de acuerdo con la idea de que los ángeles fueran sirvientes. Él ansiaba más.
Este dios, llamado Elohim, quería deidades supremas a su servicio. Anhelaba tener a su disposición a la más poderosas raza del multiverso, sin importarle el costo, que era su energía vital.
Al saber las intenciones de su hijo, la energía le regaló todo lo que Elohim necesitaba. Poco tiempo después, se anunció la llegada de una civilización superior a los ángeles.
Elohim transformó a las estrellas más hermosas del multiverso, en seres excelsos; criaturas poderosas y aguerridas, nombradas inmortales, por su cualidad de resistir cualquier adversidad, sin verse afectada su existencia.
Inició con un séquito de serafines -la jerarquía más alta entre ángeles e inmortales-, llamados: Luzbel y Belial Moonchild, Hemera Starlight, Metatron Glessel, Medea Zindako, Nessoi Jethel y Uranus Schwarz.
Ellos se convirtieron en los primeros inmortales del multiverso. Una vez completada la aparición de toda la raza, fueron colocados en la alta nobleza de la corte.
Elohim revolucionó a sus ángeles y los demás entes celestiales, envidiaron a los inmortales.
No existió más opción para los demás reinos que admirar como el reino de Elohim se convertía en el más próspero, gracias a la inteligencia de los inmortales, los cuales, comprendieron el arte de las ciencias exactas -física cuántica, matemáticas, biología, medicina, tecnología, etc.- y con esos conocimientos, desarrollaron una nueva era en el multiverso.
Muchos ángeles codiciaban adquirir esos avances, por consiguiente, se levantaron contra sus dioses, con la intención de ser como los inmortales, sin embargo, todos esos rebeldes terminaron en el infierno y se transformaron en demonios menores, solo por desobedecer a sus reyes.
La simple existencia de la raza alienígena inmortal, era una razón suficiente para incrementar la tensión entre los hermanos.
Pero esa tensión se transformó en odio, cuando la energía declaró que tres deidades nuevas, servirían a Elohim.
Cuando la fuerza de las lunas en el multiverso se acumuló en un mismo punto, toda esa potencia obtuvo voluntad propia y se transformó en tres poderosos dioses, llamados: Puriel, Shamsiel y Sariel Moonlight.
Los reyes sentían una rabia incondicional por el favoritismo de su madre hacía el menor de los dioses, pero esa rabia cambió por completo cuando Elohim, con la ayuda de los Moonlight, mejoró su estrategia militar e invadió secciones enteras del multiverso.
Elohim terminó por subyugar casi el 50% de la realidad. De inmediato, ascendió de rey a emperador y todos sus hermanos se convirtieron en lacayos.
Con ese acontecimiento, los dioses desearon el final más devastador para el emperador.
Él robó los derechos de sus hermanos sobre los reinos, solo para obtener una corona imperial. Traicionó a los dioses, por codicia y su madre también estuvo detrás de la trampa.
No podían hacer mucho, más que esperar la caída del emperador, sin embargo, el destino jugaría de manera distinta a como lo habían contemplado los hermanos.