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Brianna, había sido abandonada en el altar. Una mezcla de emociones la había invadido, y de un momento a otro comenzó a caminar sin una dirección fija. Cuándo llevaba más de 30 kilómetros recorridos, y sus pies iban sangrando: a pesar de eso no sentía ningún tipo de dolor, todo era opacado por el corazón destrozado que llevaba dentro de ella. De pronto vio una flor es bastante conocidas en la parte exterior de una casa. Su curiosidad pudo con ella y se acercó, no puedo evitar observar cada detalle con nostalgia: había algo que le hacía familiar. De pronto un joven bastante guapo le abrió la puerta desgastada de madera. Después de entrar, lo que no sabía ella: era que no podría salir.
Briana se encontraba caminando sin ninguna clase de ruta fija.
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Todas las esperanzas: se habían reducido a ese día, en la misma nada. Había perdido la persona que más amaba.
No porque lo hubiera decidido así; más bien al contrario: la habían dejado plantada en el altar.
Aquella muchacha de ojos grises, siguió caminando ignorando el dolor que sentía al pisar las piedras del camino, de esa manera amortiguado el que tenía en el corazón.
No le importó tampoco las miradas curiosas de los vehículos que pasaban a su lado, nada le interesaba en ese momento. Paso a paso, se sentía cómo un cascarón sin vida; con un vestido blanco acompañando la pureza que ahora no tenía.
Algo hizo que se frenará, había una pequeña casa de madera a unos metros de distancia.
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Habían plantadas unas flores que ella recordaba cuando era pequeña, y eso la hizo ir a ese lugar.
Se encaminó, como una luciérnaga perdida hacia la luz.
No miro atrás, no tenía a nadie quien llorara por ella, tampoco que la extrañara: por lo tanto no le importó si en ese lugar le esperaba un destino cruel.
Después de varios minutos, ya estaba frente a frente de aquellas flores y las acarició con las yemas de sus dedos. Cerró los ojos recordando cuando su mano pequeña lo hacía.
De pronto, le dió curiosidad el interior de aquella casa, se asoma un poco cautelosa.
Aunque curiosa.
El interior estaba bastante iluminado, los ventanales al parecer ayudaban a mantener con luz propia.
Briana sin dudar ni un segundo ya había golpeado la puerta, cuando un muchacho sumamente atractivo apareció en su visión. Quiso decir algo, pero en todo el camino había intentado decir una palabra sin embargo ninguna salia de su boca.
-...
-¿Estas bien? -le preguntó.
Aquel joven miraba horrorizado, y un poco asustado aquella novia que tenía la mirada perdida. Después de echarle un vistazo leve, pudo percatar que era muy bonita. Tenía unos grandes e inexpresivos ojos grises, un cabello rubio y largo hasta la cintura.
Ella no dijo nada simplemente se quedó así parada de pie, y el la miro confuso y volvió a preguntar:
-¿Necesitas ayuda?
Ella negó con la cabeza, se dió la vuelta sin decir nada para marcharse. Pero aquel joven no podía dejar ir a aquella muchacha que se veía bastante mal, tomó su mano y al hacerlo: sintió algo que nunca antes había sentido una corriente eléctrica atravesarle la espina dorsal y al parecer aquella joven también le había sentido, porque lo miro con sorpresa.
-Quedate, te veo mal.
Briana puso sus ojos de nuevo en la fría carretera, y después giró su rostro para mirar aquel joven de sonrisa amable. Asintió con la cabeza y se dirigió al interior de la casa.
-¿Tienes hambre? -le preguntó.
A pesar de que sabía: que no tendría respuesta; aquella joven asintió con la cabeza. Ella se había sentado frente a una gran mesa, que se encontraba en el medio del salón.
Después de algunos minutos: ya tenía un plato con una sopa caliente en frente de ella. El joven se sentó a unos metros de su lado. Por algún motivo no podía parar de observarla, le daba mucha curiosidad sobre el motivo por el cual estaba en aquellas condiciones.
Era cómo si hubiera adoptado algo de la calle, no quería decirlo de esa manera o pero era lo que pensaba. Briana despues de sentirse un poco observada, levanto sus ojos grises a aquel muchacho extraño.
-No quise asustarte, solo me das curiosidad, lo lamento.
Briana , no pudo decir nada. Más bien al contrario se quedó en silencio sin decir nada y tampoco sin poder hacerlo.
Al resto del día pasó sin ninguna clase de inconveniente para ella.
Mientras ella observaba con curiosidad la ventana, aquel desconocido amable se acercó su lado y la miró un poco confuso.
-Mi nombre es Esteban.
Ella asintió sin decir nada más.
Entonces él decidió continuar hablando sabiendo que no tendría respuestas del otro lado.
-Tengo 28 años, vivo solo hace algunos años. A decir verdad hace mucho tiempo no recibía ninguna clase de visita, por eso seré sincero y te diré que me agrada que estés aquí. Pero eres libre o sea si quieres irte en algún momento hazlo yo no te detendré.
Ella asintió y dijo con gestos. Saludo hacia el, el objeto de gratitud.
Él tomó su mano y le dijo:
-Te llevaré a tu habitación. En esta casa hay varias de ellas a decir verdad, espero que te agrade saber que hay varias realidad no hay tanta sino que hay tres. Está la mía y a unos pasos se encuentra una que tiene una cama para las visitas Aunque en realidad mi hermano, tampoco mis padres volvieron a entrar a esta casa.
Briana lo miro con curiosidad y le hizo un gesto de:
"¿Por qué?"
-Supongo que quieres saber porqué, a decir verdad no lo sé con exactitud -dijo con calma, hizo una pausa y continuo hablando:- lo único que sé en este momento: se olvidaron de mí. Tal vez yo no era lo que necesitaban. Éramos... y siempre había muy poco alimento para todos. Nos habían hecho trabajar desde pequeños, desde ir a pedir monedas hasta limpiar vidrios en la calle, a decir verdad trabajar no me molestaba que más me gustaba tener mi propio dinero, sin embargo yo no tuve una infancia feliz , la mayoría que iba a mi escuela.
Brianna hizo una mueca triste.
-Descuida eso pasó hace mucho... tiempo ya ni lo recuerdo.
....
Muchas gracias, por leerme aquí. Novia abandonada, no está editada. Puede ser que encuentren errores.
Novia abandonada la pueden encontrar editada y con escenas extras
¡Muchas gracias!
Pueden encontrar mi perfil de facebook: Giss Dominguez escritora.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
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