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Sinopsis Todo comenzó por la envidia, los celos y la intolerancia de una mujer, que la llevó a los brazos de un completo desconocido, aquel hombre se convirtió en su pilar, sus ganas de seguir luchando y su vida entera, porque todo fue inesperado, porque poco a poco se fue enamorando de ese hombre. Meyling Jones, una chica hermosa, alegre e inteligente, graduada en diseño de joyas, con tan solo 23 años de edad, es una chica que ha luchado sola para salir adelante, su mundo cambia al conocer a un hombre, mientras huía de otro. Martín Walton, con 25 años, después de pasar por algo que marcó su vida, se volvió un hombre frío, controlador y obsesivo. El hombre ha obtenido el título como un empresario muy exitoso, el mismo título lo hace el hombre más atractivo, atrayendo a toda clase de mujeres por doquier, sin darse cuenta su vida cambia; al conocer a una chica que no desvanece al verlo, ella es completamente diferente.
Prefacio
Eran casi las 5 de la tarde cuando Meylin, llegó a la gran villa de la familia Jones, había pedido permiso en su trabajo para llegar a tiempo a la reunión familiar, a la cual sus padres la habían obligado asistir.
Al levantar su mirada se dio cuenta que habían muchos autos más parqueados en línea. "Tal vez, no es una celebración cualquiera", pensó para sí misma, mientras caminaba a la inmensa puerta; con total naturalidad, llevando puesto un vestido corto, color vinotinto y zapatillas de cristal de 8 cm, llamó la atención de todos los presentes al entrar.
Liz, la hija menor de la pareja, quien estaba al pendiente de la llegada de Meylin, al ver a la niña llamando la atención de todos, su rostro se distorsionó. Respiró profundo aguantando un poco su disgusto, y con una sonrisa y actitud hipócrita grito:-¡Mey! -sacudiendo su mano de lado a lado y fingiendo estar feliz de verla.
Por otro lado, Adrián Lopez, al escuchar el nombre de la mujer que había amado por tantos años, volvió su cabeza para verla y sintió cómo su corazón latía desenfrenadamente.
Al acercarse, la chica frunció el ceño al ver al hombre que iba de la mano de su hermanastra.
El cuadro pudo ser conmovedor y romántico para muchos, pero a ella le provocó un terrible escalofrío y sintió como si su corazón hubiera dado un vuelco.
Kevin, el padre de las chicas, al ver a su hija mayor se aclaró la garganta y dijo: -Hemos llamado a los reporteros y a todos los presentes porque queremos dar una magnífica noticia-[...] la niña miró a su padre sintiendo que su corazón latía más rápido, por lo que escucharía a continuación. -¡Quiero anunciarles a todos que mi hermosa y querida hija Liz, se ha comprometido este gran día, con Adrián! -, gritó el hombre con emoción, dejando a Meylin completamente sorprendida, miró al hombre que había amado por tanto tiempo, incrédula.
En ese mismo instante los aplausos no se hicieron esperar, aturdida ella sacudió su cabeza y los miró a todos frunciendo el ceño.
Adrian, volvió para ver a la pequeña mujer con tristeza y trató de adelantar el paso para acercarse, pero la mujer a su lado, no le dio ninguna oportunidad.
Mientras tanto la madre de Adrian, al darse cuenta de sus movimientos, se acercó a él, sujetándolo por el brazo. -¿Qué estás haciendo hijo?... no hagas una tontería -se apresuró a decir y volvió al lugar donde estaba su esposo.
Las palabras de la mujer cayeron en los oídos del hombre, se detuvo, miró a su madre con enojo, luego miró a su prometida con disgusto, y sosteniendo una copa de vino, se la bebió de un solo trago, para luego esbozar una sonrisa falsa.
La mujer mayor estaba indignada por el comportamiento de su hijo, para ella no había mujer más perfecta para su hijo, que Liz.
Con su madre y la chica sobre él, no pudo acercarse a la mujer que amaba, para explicarle lo que sucedía.
Por otro lado la pequeña niña estaba asqueada al ver como se habían confabulado para terminar con su relación, arrebatándole el novio.
Karla, al ver la reacción de su hijastra, la miró de forma desagradable. -¡Mey!
-¿Qué sucede? -susurró la chica saliendo de su trance, respiró hondo y esperó a ver que le decía.
-Compórtate eres una maleducada, saluda a los invitados -Karla, era una mujer desagradable que nunca había querido a su hijastra, intentando avergonzar a la chica la miró con desdén.
La pequeña mujer, volvió a mirar a los presentes e intentó esbozar una sonrisa. -Hola a todos -musitó y luego volvió a ver a las personas que tenía enfrente.
Mientras tanto Liz, al verla incómoda, arqueó una ceja y esbozando una sonrisa, se dirigió a ella: -Mey, te agradezco que hayas podido venir, de verdad quería que estuvieras aquí -terminó de decir y esbozó una sonrisa hipócrita.
-Mey -la llamó el chico en un susurró, tratando de hablarle pero Liz, lo sostuvo fuerte del brazo y luego volvió a ver a su hermanastra.
-Espera cariño, quiero beber esta copa de vino con mi hermana -se detuvo un momento mientras recogía una copa de vino-.Ten, bebe conmigo -musitó tiernamente.
La niña miró a su hermanastra y a los presentes mientras recibía la copa, su hermoso rostro se reflejó en los ojos de todos.
Antes de beber la copa de vino bajó su cabeza y pensó por un momento: -¡Enhorabuena, les deseo lo mejor para toda la vida!- y de un trago se bebió todo el contenido de la copa.
Liz, arqueó sus cejas al escucharla pero fingió una sonrisa y exclamó: -¡Te lo agradezco! -con una enorme sonrisa, levantó otra copa de vino y se la entregó a Adrian mirándolo a los ojos.
-Gracias sé que así será, seremos felices para siempre, nuestro amor es tan grande-, terminó de decir y bebió la copa de vino gentilmente, sosteniendo el brazo de Adrian con timidez.
Por otro lado Adrian era reacio a beberla, pero al ver el rostro de su madre enojada, tuvo que hacerlo, todos volvieron a estallar en aplausos y buenos deseos.
-Son una hermosa pareja -gritaban algunos de los invitados, y todas esas palabrerías caían en los oídos de la pequeña chica que sufría allí, su alma estaba sangrando, había amado a este hombre por muchos años, y ahora se estaba comprometiendo con otra mujer.
-Si este matrimonio será muy hermoso.
Los buenos deseos de las personas resonaban en los oídos de Meylin, sintiéndose asqueada al ver el cuadro conmovedor que tenía enfrente, sintió que no podía seguir en ese lugar, estiró su mano con la intención de devolver la copa, pero en un instante se sintió débil.
Liz y Karla esbozaron una sonrisa al verla, mientras que la pequeña chica luchaba por no dejarse caer, su madrastra se acercó a ella y la sujetó por los hombros de inmediato.
-Es tan mala para beber, pobre chica, la llevaré a descansar -expresó con seriedad.
Con estas palabras nadie sospechó nada, Adrian sabía perfectamente que la chica era mala para beber, así que con esto en mente, dejó que la mujer se llevará a la niña con tristeza en su corazón.
Caminando por el gran salón a toda prisa, la mujer sujetaba a la chica con fuerza, y al sentir esto, Meylin intentó soltarse pero no pudo hacerlo; su cuerpo estaba débil. -¿Qué me hiciste? -le preguntó con dificultad.
-Mey, debes saber que nunca me has caido bien y has sido siempre un estorbo para mi Liz, ella debe estar con ese hombre, no tú, así que para que te olvides de él y no lo vuelvas a buscar; alguien está esperando por ti, fuera, te hará feliz... y solo quiero lo mejor para ti -susurró mientras caminaban, haciendo que la chica temblara.
-¿Qué me hicieron? -replicó. -¿Mi padre lo sabe?
-Nada niña, no te hemos hecho nada y sí, él lo sabe y estuvo de acuerdo, ahora quiero que seas una niña obediente porque te vas a ir con él -una vez estando fuera de la villa, la mujer señaló a un hombre gordo no muy lejos de la entrada -. Meylin, este hombre tiene dinero, nunca te faltara nada y así todos ganaremos, tu padre saldará la deuda con él y nosotras nos deshacemos de ti, solo relajate y afloja las piernas y disfrutalo por una sola vez en tu vida -murmuró cerca del oído de la pequeña niña asustada.
Ella al escuchar aquellas palabras apretó los dientes con fuerza, entendiendo enseguida lo que querían hacer. -Eres una desgraciada -masculló, y como pudo se enderezo, empujo a la mujer mayor con fuerza, para luego salir corriendo.
-¡Atrápala! -ordenó el hombre.
La chica, intentaba subir a su auto, pero pronto el chofer del hombre que esperaba impaciente, se acercó a ella sujetándola con fuerza, por más que intentaba luchar, la droga pronto hizo reacción entre sus piernas, haciendo que se detuviera, cerró sus ojos con fuerza dejándose llevar y sin poder seguir luchando, miró a la mujer no muy lejos, quien tenía una sonrisa amplia plasmada en su rostro.
El marido de Vivianna se casó con ella por su herencia, y después de quitarle todo lo que tenía, la mandó a la cama de un acompañante y le tomó fotos. La amenazó con divorciarse con esas fotos y la obligó a salir de su casa sin un centavo. Dejó su país de origen en desgracia. Cuatro años más tarde, regresó a casa como Jefa de Diseño de Joyas y tuvo un hijo de tres años. Su niño genio le dijo después de bajarse del avión: "¡Conseguiré que el hombre más rico del mundo sea mi papá y te respalde!" Ella lo tomó como una broma, pero dos días después, su asistente le dijo que el hombre más poderoso del mundo se había robado a su hijo y la invitó a cenar. Al encontrarse, ese hombre sostuvo a su hijito y le dijo dominantemente: "Es mi hijo!".
A veces el amor aparece de la manera más inesperada y en la forma de la persona menos pensada. Para Daniel, la vida a sus 40 años es una rutina entre sus tres hijos y su cargo de CEO de la empresa familiar. El fallecimiento de su esposa lo deja inmerso en la tristeza; creando, con el correr de los años, una coraza fría a su alrededor. Deanna tiene una vida normal, trabaja medio tiempo y estudia en la Universidad de Artes porque quiere lograr su sueño: cantar en la ópera. Solo le falta un año para terminar su carrera cuando su amigo Harry le pide ayuda desesperado. Una antigua regla familiar le impide casarse con su novia, la cual está embarazada. Para hacerlo, Daniel, su hermano, debe casarse primero. Para ayudarlo con su problema Daniel y Deanna acceden a fingir una relación y un matrimonio. Son tan opuestos que la atracción es inevitable. Él encuentra en ella la calidez que faltaba en su vida y Deanna el amor luego de una ruptura desastrosa. Finalmente, Daniel puede volver a tener una familia. Pero hay muchos intereses ocultos que buscan separarlos y alejarlos. El viaje es difícil, deben enfrentarse no solo a terceros que les complicaran las cosas, sino también a sus propios miedos e inseguridades. No es sencillo equilibrar 15 años de diferencia. Pero el corazón tiene razones que la misma razón nunca entenderá.
Hace tres años, Avery quedó maltratada y sola por el hombre que más amaba, Dylan, pero ella completó valientemente la ceremonia de la boda mientras estaba embarazada. Tres años después, aunque estaban casados, con el tiempo se distanciaron. Avery se centró en su carrera y ya no creía tontamente en el amor. Pero su transformación instantáneamente hizo que Dylan entrara en pánico... ¿Y cuál es el secreto de hace 11 años que Avery siempre se ha mostrado reacia a revelar? *** "Fue a un bufete de abogados, se reunió con un abogado..." ¿Un abogado? ¿Avery está demandando a alguien? ¿OMS? ¿Existe algún litigio reciente contra la empresa? De repente, Dylan se rió entre dientes con frialdad: "¿A quién podría demandar? Soy el director ejecutivo de esta empresa. ¿Cómo es que ese asunto no me llega a mí primero?" La asistente tragó nerviosamente y habló en voz baja: "Señor, no hay ningún litigio contra la empresa. Se reunió con... un abogado de divorcios".
-Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta. - ¿Juntos? - ¡No! Muertos. -Tú siempre tan romántica. -Y tú, tan estúpido. -Ya hablo doña perfecta. -Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz. -Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes. -Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto -grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba. Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia. - ¿Podrás algún día dejar tranquila a "Mi Vale"? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica. - ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces. -Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella. - ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo. - ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.
Belinda pensó que, tras el divorcio, separarían sus caminos para siempre: él podría vivir su vida como quiera, mientras ella podría dedicarse a disfrutar el resto de la suya. Sin embargo, el destino tenía otros planes. "Cariño mío, estaba equivocado. ¿Podrías volver conmigo?". El hombre arrogante, al que una vez ella amó profundamente, bajó humildemente la cabeza. "Te ruego". Belinda apartó con frialdad el ramo de flores que él le había regalado y respondió fríamente: "Es demasiado tarde".
¿Cómo se tortura a otra persona? Para Vincent, se trataba de atraparla en un matrimonio sin amor y llenar sus días de humillación y miseria sin fin. Estaba convencido de que la traicionera Kaitlin se lo merecía todo, y nunca se arrepintió de sus actos... hasta que estuvo ante su tumba. Kaitlin tenía veinte años cuando se enamoró de Vincent. Pasó los tres años siguientes como su humilde y dócil esposa, ayudándole a alcanzar la gloria mientras aguantaba su despiadado rencor. "¿Amor?", él se burló de ella en sus últimos momentos. "Nunca hubo amor entre nosotros". ¿Cómo se destruye a otra persona? Para Kaitlin, era hacerle comprender que se había forjado una tragedia a sí mismo. Cuando Vincent supo la verdad sobre lo que siempre había anhelado, ya lo había arruinado con sus propias manos.