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Sofía, había sido Abandonada en el altar, sin ninguna explicación. Un año después, decide continuar con su vida. Consigue trabajo en una empresa, como secretaria. Un día encuentra una puerta oculta, en su oficina. Ruidos extraños abundan.Cansada de esos ruidos molestos, ingresa. ¡Encontrándose con un fantasma!
Sofía, esperaba con ansias en el altar. Por más que miró hacia los costados, no aparecía el novio. Estaba sola, sus pies se sentían incluso fríos como al igual que sus manos.
Pudo percatarse, y al mirar hacia adelante no venía nadie
-Amiga ,creo que es tiempo de irnos -murmuró Melisa sosteniendola del brazo.
-El tiene que llegar -comentó después de esperar más de media hora.
-Sofi, no vendrá, hay que marcharnos -dijo tomando su mano e intentando que pudiera salir.
-No me iré sin él, él nunca me abandonaría -comentó con los ojos llorosos.
Después de esperar una hora de pie, con los invitados cabizbajos. Los murmullos iban y venían, finalmente ella decidió caminar.
Nunca pensó, hacerlo sola, sin que nadie pudiera llegar a tirarle arroz, sin la felicitaciones correspondientes.
Caminó, con el corazón en el pecho, sin saber porque su amado no se había aparecido.
***
Un año después de ese dramático suceso, Sofía estaba buscando trabajo en una empresa.
Sus pies se movían de un lado al otro, su corazón latía con prisa. Eran muchos seleccionadas, unas 20 chicas junto con ella; esperando para el puesto de secretaria del Ceo.
Sofía, ni siquiera podía llegar a entender, cómo la habían llevado en ese lugar tan importante.
Incluso le daba pena pisar el suelo, temiendo estropear el suelo.
Podía verse reflejado en él, se acomoda un poco los rizos rebeldes que tenía, solamente miro hacia adelante.
Cuando faltaba tan solo tres chicas. Sofía quiso dar la vuelta y huir.
"¿Qué hago aquí? -pensó - seguramente ellas tienen más experiencias. Yo ni siquiera la tengo. Solo me recibí de la universidad, y no tengo experiencia".
-Alba -comentó una mujer con gafas.
Sofía, supo que le tocaba a ella. Caminó con torpeza, procurando no caerse.
-Permiso -dijo ella con bastante miedo.
Al llegar a la enorme habitación, sus zapatos hicieron eco en el lugar. Trago saliva, y se acercó poco a poco.
La silla estaba dado vuelta, solamente se podía apreciar la parte trasera.
De pronto, quien fuera que estaba se giró.
Sofía, vió esos ojos azules. Sentía que lo conocía de algún sitio, sin embargo no se le ocurrió de dónde.
-Señorita, bienvenida -comentó el hombre, estirando su mano indicándole sentarse.
Sofía, lo hizo. Estaba bastante cohibida, y su corazón no entendía por qué se sentía así.
-Gracias -comentó para finalmente dejarse caer, con delicadeza sobre el asiento.
-Bueno he hablado mucho de ti, tenías un currículum excelente en tu universidad. Me alegra mucho tenerte con nosotros -comentó el hombre sorprendiendo a Sofía.
Tenía las mejores calificaciones, pero al instante que quiso encontrar trabajo, había sido difícil.
-Gracias, es la primera vez que me dicen eso -murmuró cabizbaja.
-Me interesa, te pondré a prueba tres meses ¿te parece?
-¿Así tan rápido? -preguntó Sofía levantando la cabeza.
-¿Te parece demasiado rápido? ¿quieres que cambie de opinión? -dijo en un tono seco, sorprendiendo a Sofía.
-No, la verdad estoy más que agradecida señor .
-Puedes decirme Julián -dijo y ella asistió.
-Gracias señor -comentó para después ponerse de pie .
-Empiezas mañana a las 8 de la mañana, te quiero ver aquí 15 minutos antes, me interesa que mi oficina esté ordenada. Odio los lápices que no están de medio a mano.
Sofía, de pronto recordó que su marido, o futuro marido le gustaba tener todo en orden.
-¿Me escuchaste? -le volvió a repetir.
-Sí... lo escuché.
Sofía salió a la oficina con un semblante feliz, sus esperanzas poco crecían.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
Isabella, una joven inocente, se ve envuelta en una apuesta con el seductor caballero Alejandro. Si gana, Alejandro la protegerá y la cuidará. Si pierde, ella perderá su virginidad a los ojos de Alejandro.
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