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365 Días Con Ella

365 Días Con Ella

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37 Capítulo
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Los matrimonios no son perfectos, y Antonella lo sabe, lo ha vivido en carne propia. Leonardo es el cuñado de Antonella, y desde que la conoció como novia de su hermano, ha sentido una fuerte atracción, amor, pasión, y también, una pequeña obsesión por aquella mujer que nunca estaría entre sus brazos, sin embargo, un día, Leonardo tomó la decisión de aprovecharse del negocio familiar para hacer de las suyas, y de una buena vez, estar con la mujer de sus sueños. ¿Podrá Antonella salvarse de verse metida en una relación prohibida, pero que ahora le da todo lo que ella no tuvo en su matrimonio?

Capítulo 1 El Secuestro de Antonella

— Señor, disculpe que hayamos entrado a su oficina así, pero... — dijo el guardaespaldas, pero cayó al ver que Francisco Rocci estaba en su oficina teniendo sexo con su secretaria.

La secretaria estaba sentada en el mesón del escritorio, únicamente se había quitado sus pantys porque usaba falda corta de tela, y su camiseta de manga larga había sido desabotonada para dejar ver sus enormes senos. Francisco tenía el jean abajo en sus rodillas, su guardaespaldas le ha visto el trasero desnudo mientras le daba sus buenas embestidas a la mujer que no dejaba de gemir aun así la estuvieran viendo.

— Lárgate Alessandro — le ordena Francisco al guardaespaldas quién está incómodo por haberle visto a él en esa situación.

— Pero señor, tengo algo urgente que decirle... — insistió Alessandro también con preocupación.

— ¡Qué te largues ya te dije! — le grita Francisco.

Francisco estaba furioso, pero estaba tan excitado recibiendo el mejor sexo de su vida que no quería interrumpirlo. Alessandro simplemente se marcha de la oficina cerrando la puerta a sus espaldas y se dirige en busca de la camioneta blindada que conducían él y sus tres hombres.

— ¿Qué te pasó? ¿Qué te dijo don Francisco? — pregunta uno de sus hombres.

Los 4 lucían la misma ropa; trajes de negro con camisa blanca, corbata, y mocasines, además de llevar siempre en su oído un audífono y gafas negras en sus ojos.

— No dijo nada, me gritó porque cuando entré en su oficina, estaba cogiéndose a su secretaria, imbécil — responde el jefe guardaespaldas.

Los 3 guardaespaldas voltearon a mirarse entre sí sin expresión alguna.

— ¿Ustedes ya lo sabían? ¿Ya sabían que él está engañando a la señorita Antonella con esa mujer? — pregunta el jefe de guardaespaldas.

— Si, ya lo hemos visto en más de una ocasión, no es la primera vez que lo hace — responde el guardaespaldas moreno.

— ¿Cómo se supone que le diremos ahora que su esposa ha sido secuestrada? — pregunta el jefe.

— No tengo idea, pero mejor, pongámonos en la tarea de seguir buscándola hasta que nos dé tiempo de que don Francisco salga de trabajar y nos pregunte por ella.

— Andando.

Los 4 guardaespaldas se meten en el auto, el jefe de guardaespaldas va en el asiento del copiloto, el guardaespaldas moreno es quién conduce, y los otros dos van en la parte de atrás, el auto emprende su marcha, y desaparece en medio de la multitud de vehículos que transitaban en la autopista esa tarde.

Italia, Milán, 8:56 de la mañana.

El avión está por aterrizar, Leonardo Rocci finalmente puede apagar su computadora y terminar de beberse el último trago de Whisky de su vaso que la azafata atractiva le sirvió en cuánto él se subió al avión privado. Antonella Parissi iba sentada en una de las sillas del avión a un lado suyo, iba amarrada, de pies y de manos, con una cinta pegada a su boca porque ella fue agarrada en una de las tiendas de ropa en que solía ir de compras, estaba en los vestidores, se iba a probar un vestido, por suerte, aún no se había desnudado, solamente tenía el vestido en las manos, y los hombres entraron por la parte de atrás, le pusieron un pañuelo con alcohol, y se llevaron a la mujer con la ayuda de que el dueño de la tienda era su cómplice.

— Señor, ya vamos a aterrizar, ¿Desea algo más antes que pueda retirarme? — le dice la azafata a Leonardo cuando se acerca a él para recibir el vaso de Whisky vacío.

— Solo déjanos un momento a solas a ella y a mí, por favor — responde él guiñándole el ojo a la azafata siendo todo un coqueto.

La azafata sonríe tímida y se retira del lugar para irse a su cabina.

Leonardo y Antonella quedan completamente solos en el pasillo del avión privado.

Antonella iba vestida con un bleiser blanco, una camiseta de tiras roja debajo de este, un pantalón de drill blanco, y unas zapatillas rojas. Aquella vestimenta le resultó tan atractiva a Leonardo que sintió que, en medio de su jean, se estaba formando un enorme problema que tenía que calmar lo antes posible.

Se quitó el cinturón de seguridad de la silla del avión, guardó su computadora en su maletín de mano, y la dejó encima de la silla en cuanto se puso de pie. Luego, simplemente, se acercó a la silla de Antonella, le quitó la cinta, y le miró a los ojos.

— Ya sabes que, si te portas bien, yo puedo portarme bien contigo — le dice Leonardo tratando de estar lo más calmado y sereno que podía.

— ¿Qué quieres de mí Leonardo? ¿Por qué me estás haciendo esto? — pregunta Antonella evitando sonar nerviosa, asustada y confundida al mismo tiempo.

— Lo preguntas como si nunca te hubieras dado cuenta de nada de lo que pasaba entre nosotros... — responde Leonardo.

¿Entre nosotros? ¿Qué puede estar pasando entre nosotros? Solo es una maldita relación entre cuñados... Piensa Antonella para sí misma creyendo que aquella era la respuesta.

— No sé de qué me estás hablando — responde ella después de un pequeño silencio que hubo entre ellos.

— Tú me gustas, yo te gusto, por favor, dejémonos de rodeos, divórciate de mi hermano, y quédate conmigo, prometo que te haré muy feliz.

— Eso jamás, Francisco y yo nos amamos, nunca le traicionaría yéndome con su hermano, su única familia así se odie.

— Pero, él a ti si te puede traicionar, ¿Cierto? — dice Leonardo con voz de haber resultado ser el ganador de esa pequeña pelea con ella por su comentario.

— ¿Cómo? ¿A qué te refieres? — pregunta ella desconcertada, sin creer que lo que Leonardo decía era cierto.

— Mejor te lo mostraré porque no creo que me creas si solo te lo digo.

Antonella se queda callada, y Leonardo saca el celular de su bolsillo para meterse a la carpeta de los vídeos, buscar uno en específico, y ponerlo a reproducir para mostrárselo a Antonella desde el comienzo hasta el final.

Ella vio a Francisco serle infiel con ella.

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