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Historia

Capítulo 4 AL FIN NOS CONOCEMOS

Palabras:1186    |    Actualizado en: 15/09/2023

i tío, Abe

último escalón que le quedaba para tocar el suelo que todos estábamos pisando, me miraba con una sonrisa fingida, un poco nervioso por este encuentro. Y yo creyend

io—, esas no son las costumbres de est

dón

illa, al alejarse de mí nos miramos un buen rato, trataba de buscar alguna respuesta ante su mirada, no sa

de mi mamá, Lautaro,

go viéndolo, estoy

cho decir a alguien más y

gusto Samuel y L

pies ya no daban más al igual que mi cabeza. Mojo mi rostro un poco, por suerte mi maquillaje era aprueba de agua. De pronto

a bien? —vuelve a dar unos pequ

e repente—,

creo que es el principal, de seguro cada habitación tiene su propio cuarto de baño, tenía mosaicos a

eño

los dos hermanos, Abel y Susan

ue tuve una urgencia —miro a la

evisto, pero mi hermano, Abel, le va a mostrar la casa. Imagino que despertó su curiosidad al ver una tan grande, la mayoría de nue

que se encuentra a unos metros, no la había visto cuando llegué, al parecer ll

a, te con

grandísimo ocu

bía una mesa en la ventana junto con un cómodo sillón donde uno podía mecerse, luego él me toma de

los ruidos de afuera pueden ser perc

escuchen que me ocultaste

el dinero que tengo… que en ese momento no lo tenía, pero aho

esa estúpida salida que me dijiste la

i era bueno

orpresa, realmente es una jodísima sorpresa. Por suerte pue

iero escuchar

o conf

Qu

bió mi falda dejando en descubierto mis nalgas para poder apretarlas, me levanta para llevarme a una mesa, en esa corta caminata besa mi cuello, siento que toda mi piel se pone como la de una gallina, mis vellos se erizan, este momento era uno de los que siempre esperaba, todo este

o lo llamaban, creo que

ar mi falda, y él se abrochaba su cinturón, estábamos tan agitados, lo es

om

ara

ultar lo que podría

ejillas se enrojecían, él se acerca nuevamente a mí y depo

oje

am

ramos a su hermano entrando al

as partes, el gran

er tenía muchos años porque ya no fabrican libros así, a no ser si se trata de una edición especial. Llegamos al come

e me s

a Horacio—, así tengo el placer de esc

n para poner su mano en mi espalda y llevarme a mi silla. Él no dejaba de mirar

ran profesora que admira mi J

en un intento de no sentirme

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