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Historia
Juego de Reyes

Juego de Reyes

Autor: Jorge Pardo
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Capítulo 1 La Caída de Carthus

Palabras:1673    |    Actualizado en: 21/02/2021

as y ahora, estaban a solo un kilómetro de su destino, la que ellos pensaban última batalla por aquellas tierras. Diez mil jinetes de rinoceronte liderados por un raptor. La caballe

n, habían pasado años esperando ese enfrentam

ra resistir tanto: muros de granito y puertas de acero no pararían una embestida de tales bestias. Realmente estaban en desventaja, pero el saberlo

na lluvia de flechas, ella cargaba contra la vanguardia a lomos del raptor, y esta vez no sería diferente. Se había vestido de gala para aquel encuentro. Mientras que sus jinetes vestían armaduras completas de cuero o acero ella iba embutida en unas malla

sus yelmos en pico y chaquetas de cuero hablaron por sí solas, la elite de Carthus, los caballeros del lobo. Az

last

bajo de aquella colina tras la carrera de aquel raptor, pero el gri

ueg

dirlas gracias a la agilidad de su montura, pero sus tropas no corrieron la misma suerte, la tercera parte

as del raptor, momento en el que dos rayos rojos serpentearon los cielos hasta caer en sus

lto velozmente del raptor hacia los otros caballeros. El crujir de los huesos se hizo evidente, los gritos agónicos y la sangre bañaron a la guerrera mientras hundía

—, dijo antes de sacar sus la

brazo izquierdo, dirigiendo la punta a la cabeza de l

habían eliminado a tres mil jinetes más, usando como barricadas a los rinocerontes muertos y los cuerpos de sus jinetes como escudos humanos. Aun así, esa ventaja era pasajera, poco a poco los espadachines caían producto al cansa

os que podían jactarse de haber aguantado un asalto contra su c

r, y podrían dejar descansar al menos unos minutos a los rinocerontes, error que Atzara pagaría caro. De pronto, dos impactos de proyectil

o de plata y a su lado las jabalinas que usaba como flechas. Add le devolvió una mirada sin expresión, casi de lastima mientras

us hombres es

tando Atzara, mis hombres no son

de, suelta ese arco y p

ara beneficiar las tuyas?, anda sube

palabras y mejilla izquierda de Atzara, antes de impactar con l

esperando —dijo Add, justo

la vista a sus tropas, cuatro mil hombres re

món tras montar un rinoceron

ados que aun mantenían sus monturas se formaron en V al lado de su comandante

arg

patio interior, los soldados de a pie marcharon en formación cerrada hacía el interior pensando que ya habría acabado la batalla, nada más lejos de la realidad. Tras los muros de

taba bien, sin sus monturas la infantería de Carthus los establa aplastando, aun así, lograron mantenerlos a raya una vez quedaron contra los muros, poniendo sus lanzas y alabardas en ristre y formándose en falange. Add no se inmuto con la situac

i ya hubieran podido diezmar a su ejército, aun no lo hacen?, las respuestas vinieron adheridas a la ardiente explosió

plosión. Atzara solo pudo mirar con temor como pedazos calci

como no hacerlo, ella era ajena a la magia, la nación de la que provenía eran intolera

cuerpos habían sido carbonizados e incluso las espadas y armaduras se habían derretido, solo quedaba ella, de rodillas en aquel mar de cadáveres, mir

bruscamente el espadón, abriendo aún más la herida. Sus ojos se cerraron con pesar, viendo por primer

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