la Esperanza, lento y
rse de la mente el enc
los pisos, cuando servía las copas brillantes en los comedore
n cualquier momento alguien fuera a tocarle el hom
da llegó de f
s mayordomos, seco, casi divertido, como si supiera que para
nos temblorosas y caminó por los pasillos an
Moura estaba en la pa
irvientes n
detrás de puertas de roble maciz
suave
ijo una voz
abrió la
, rodeado de libros, papeles, y una lámpara de lu
levantar la vista, sus ojos grises se clavaron
la puert
obe
undos, solo
go que Beatriz no podía nombrar, p
in, dejando los papeles a un l
las manos contra el delanta
a -añadió Eduardo, su
Beatriz se det
lema...?
excesivamente alto, pero tenía una
como un depredador q
, deteniéndose frente a
irada, pero Eduar
con dos dedos, obli
-preguntó, su vo
ía órdenes de limpieza,
tudió en
sarla, leer todos sus mi
nto, s
a ladeada,
oltándola-. Eres más l
tragó
sirvió dos copas de brandy y,
tendió la mano, confusa-. Solo es
mano de inmedia
e, como si disfruta
todo es una guerra silenciosa. Cada palabra, cada mirada, ca
scalofrío recorr
gió a mí? -se at
on una expresión que
pondió-. Y nadie sospecha de l
ta para lo
palabras dolió más
era una ali
a herr
nso se instaló
ntinuó Eduardo- tendr
escapó, sin p
evo, divertido
ez, mucho m
en Martín. En las medicinas. En el
a necesario -di
ó durante un l
se suavizó apenas, como un
o, Beatriz
giró p
e, la voz de Eduardo la alcanzó
eatr
n atreverse a
No todos aquí son tan.
u voz le hel
lo sintiendo que el ai
a cruzado una
o había vu
lo su vida la qu
o lo qu
odavía no ha