sía y respeto. No había pasión, ni roces que delataran una intimidad nacida del deseo. Pero tampoco había frialdad. Se tr
straba siempre atento, manteniendo la distancia con elegancia. Clarissa, por su parte, no esperaba afecto ni entrega, y encontraba en aquella educación r
ar. No al lado de Spencer, sino en medio de una familia que la había ofrecido como salvación para su ruina. Él, por su parte, cuestionaba si ha
salvavidas. La madre de Clarissa, ocupada con listas interminables, soñaba con redecorar la casa, recuperar las piezas vendidas, contratar nuevos empleados, recuperar el prestigio p
a ligereza con que antes se endeudaban. La madre de Spencer hablaba con entusiasmo sobre recepciones, eventos de caridad, y la posibilidad d
sma carta marcada. Y lo más irónico era que esa carta - el matrimoni
s tomaban juntos el desayuno, Spencer
llegarás a sentirte cómoda
taza con calma an
me sentiré libre - admitió. - No por ti, si
si aquella confesión
r más antes. Saber lo
o nada. Las decisiones ya estaban tomadas
nvivencia seguía siendo armoniosa. Paseaban, cenaban, conversaban. A veces reían. Y aunque no hubier
lenado con suposiciones optimistas. Imaginaban que estaban construyendo un lazo fuerte, que pronto regresarían
ssa para sus futuras presentaciones; qué joyas usaría Spencer en los banquetes de negocios; qué nombr
miel, mientras ambos miraban por la
s padres saben que no so
lo miró d
Y dudo que qu
él. - ¿Quisieras que
só por u
o no estoy segura de que desear algo se
una leve ris
nos no
algo - conco
a historia de su infancia que nunca había mencionado. Spencer habló de un fracaso escolar del que su familia no sabí
había llegado. Algunos acreedores eran calmados con promesas vagas. Viejos conocidos eran contactados para hablar de inversiones y proye
l no tuvieran fondos, o que los Thornfield estuvieran igual de arruinados. Era más fácil
ara Clarissa. No dijo nada. Solo lo dejó allí. Ella, al notarlo, lo hojeó en silenci
dijo ella,
on una leve incli
alidad antes de retirarse a sus respectivos espacios. Dormían en habitacion
a dónde los llevaría, pero comenzaban a aceptar que tal vez, solo tal vez, e
s seguían caminando uno al lado del otro. No como amantes, aún no, pero sí como dos p