al flotaban sobre mesas cubiertas de flores blancas, y las risas falsas se mezcla
iverso que ella misma había construido. CEO de Maison Ríos, diseñadora icónica,
e, ella no que
acías, los brindis, los fotógrafos, sus propios empleados..
Un saludo más. Un
lgo en ella
ictoria ya estaba cruzando la cocina del hotel, deslizándose entre meseros y bande
la s
tidio. Siguió descalza, con el vestido de seda deslizándose sobre sus piernas mientra
. Solo quería
nte olía a humo, cerveza rancia y abandono. Nadi
ble. Sin hi
otro. Y
n razón. En algún momento, dejó el bar tambaleándose. Ya no sentía el frío. Ya no
vacía huyendo d
quillaje borrado por las lágrimas que ni siquiera notó
ción? -dijo un
os oscuros la observaba desde un rincón de cartones. Un vagabundo. Uno jo
de tu castil
ó, sin
truí yo
n cautela. Le ofreció una manta que
as con
mporta -
el silencio, la noche, el cansancio. No preguntó
ia él. Su proximidad la desconcertó, pero no la asustó. Sus miradas se cruzaron. H
í? -preguntó ella, s
quieras. No estás en
clinó hacia él. Fue ella quien lo besó. Fue él quien
enada, humana. Allí, entre mantas sucias y un banco oxidado,
incorporó lentamente, el cuerpo adolorido, el vestido ar
lleta arrugada, escr
o. Gracias por no mirar con lástima. Espero que enc
u pecho dolía, pero no era culpa. Ni tr
o pálido del amanecer, sintiendo que algo dent
upo que esa noche n