retumbar de los cascos de los caballos y el eco de las sevillanas. Era u
raba y salía de la caseta, a veces con amigos,
abel," dec
merecido," su
mientras yo, la verdadera víctima, era exhibida en mi miseria. Me negué a llorar
tarde, mientras me veía mirar fijamente a la pared
cio la enfurecía más
d? Sigues creyendo que
n gesto mínimo que me c
n alcanzó su punto álgido. Máximo llam
a voz de Máximo sonab
lada. Orgullos
. "Ponle esto,
lso. La abrió. Dentro había un simple collar
rometido," dijo co
nérmelo. Instinti
me to
mi dignidad, fue mi perdición y mi salvación. La ira deformó el rostr
ra. El mundo se volvió negro por un segundo. Cuando recuperé la consciencia, Sasha estaba de pie sobre mí, con
e su d