ino manzanilla cuando Máximo me pidió que nos casáramos,
a con las manos siempre manch
Su madre, una viuda de mirada fría y dueña de media docen
Castillo", dijo con una voz que pretendía ser amable, pero que sonaba a
l vino. Miraban a la madre de Máximo como si fuera una santa. Para
ome la mano bajo la mesa.
la cuenta al céntimo, su molestia si pedía el postre más caro, las llam
Pensé que
en la tienda de vestidos de novia más prestigiosa de la Calle Sier
tó mientras yo me probaba un vestido de al
espondí, aunque ni yo mi
i al mostrador para dejar l
ñorita. Fondos
la tienda, sus palabras sonaron como un trueno. Sentí cómo
dije con la voz temblorosa, int
a al cajero más cercano. Me
ponible:
ecinueve mil quin
s restantes hab