habían estado al borde de la se
enazaba con romper, solo para disfrutar del poder de ver a Lina, consumida por su
pública en una de las milongas más famosas de B
de Máximo, sino el descubrimiento de una c
ritos a mano por Máximo, detallando su obsesión
no era indiferencia, sino un sádico deleite en su devoció
, dándole la fuerza para cort
rebato de celos porque Lina aceptó bailar una tanda con un viejo amigo, la hum
, Lina, con el corazón roto pero la dignidad i
tiró a la basura el vestido rojo que él tanto amaba, los zapatos de tango que le regaló y una foto
había visto en el llavero de Máximo. Por impulso, la usó para
ella. Describían su admiración por su baile, la belleza de su vestido rojo en
ailar en una pequeña milonga de La Boca. Ella, una simple bailarina, se enamoró de su poder y su misterio.
no la dejara. Pero esperaré. El sabor de su deses
ada para su entretenimiento. Las noventa y nueve rupturas anteriores no f
erdad, supo que esta vez no habría
ximo, que había venido a recogerlo, ca
rarla, le ordenó al chófer que lo llevara a una cata de vino
ra, herida en la
ada, se dio cuenta de que había perdido un pequeño amuleto de plata, una
mirado días antes, durante una c
en un puño, l
y distante. "¿Estoy ocu
emblando. "La de mi abuela. La he
eso. Se la di a Isabe
imo, era de
raré una docena. Por cierto, Isa ya l
con el grito ahog