da fría pasando de mí a mi padre, que y
ela. Se giró lentamente, una expresión
onar firme, pero había un temblor de ansi
mil p
a mi p
da, a mi libertad, a mi alma. Sentí que el aire me fal
aluó a mi padre, a mi hermano que todavía me sujetab
l de su bolsillo, un aparato rob
cambiando sutilmente, volviéndose
umbido de una voz ininteligi
Tigre. "El padre y el hermano la tra
abía informado? ¿Mi propia familia se había puesto en contacto con ellos?
Tigre, escuchando la respuesta.
no y me miró. L
por una mercancía tan dañada" , dijo con una ca
epción. Cincuenta mil. La mitad de lo que esperaba. Podía ver la
arici
asculló, derrota
roveché el breve momento de distracción. La mano de Ricardo se había aflojado un
!" , gritó, soltán
hacia el teléfono que E
o de mis pulmones en un grito desespe
illón. El Tigre ya había colgado, pero quizás, solo
ahogado cas
na violencia salvaje. Caí de rodillas sobre la tierra
tanta fuerza que apenas podía respirar. Su rodilla se clav
mi boca. La desesperación era un océano neg
mo si viera a dos perros peleando. El otro guardia ll
es por la prisa, sin siquiera mirarme a mí,
preguntó El Tigre, su mirada ahora f
la con más fuerza en mi espalda. "Está delirando, le di
dando el dinero en el
ba hueca. "Pero no conoce a ningún Mateo. Es so
ueblo. No es na
i identidad. Me convirtió en una desconocida para la única
jos recorriendo mi rostro sucio y magu
lo siempre arreglado, las uñas perfectas. Era la muñeca de Arturo, la princesa d
pecha desvaneciéndose de sus ojos, reemp
reco
hizo añicos contra el