la de juntas le llegaba amortiguado, como si viniera de muy lejos. Un zumbido agudo llenó sus
ñ
de ser utilizada. No había sido un error, un desliz. Ha
ire. Necesitaba escapar de ese edificio que de repente se sentía como una tumba. Caminó h
Sof
a al final del pasillo, con una copa de vino en la mano, sonriéndole. Camila estaba a su lado, colgando de su brazo, mirá
ntó Mateo, su voz resonando en el silencio.
do, posesivo. Le sonrió a Sofía, una sonrisa dulce
en la pared metálica, cerrando los ojos con fuerza. La imagen de ellos do
techo, mientras la ciudad brillaba indiferente al otro lado de la ventana. Se sentía exhausta, pero el sueño no llegaba. Su
esaltó. No se movió. El sonido se repitió, insistente. Luego, el sonido d
. Mateo entró a trompicones, claramente borrac
uró, entrecerrando los ojos
espiración, fingie
n el borde. El olor a alcohol y al
. Extendió una mano y le acarició el pelo. "Eres tan hermosa...
n el pecho. La estaba confundiendo con Camila. En su propia cama. E
e. Fue un beso húmedo, descuidado.
y en cuestión de segundos, su respiración se vo
por sus sienes, empapando la almohada. No eran lágrimas de dolor, ni de rabia. Eran lágrimas de absoluta y total desesperanza. Estaba atrapada en una pesadilla de la que no podía