r, Sofía Romero respiró hondo, el nudo en su garganta le impedía hablar, su hermano menor, Mateo, yacía en
l pueblo como si nada hubiera pasado, su poder y su dinero c
urno apenas levantó la vista de sus papeles, le dijo que no había prue
o todos bajaban la mirada, murmuraban disculpas y cerrab
rceptaron, la arrastraron a un callejón y la golpearon, sus risas cruele
siseó uno de ellos, escupiéndole cerca del ro
, adolorida y humillada, con
volvió como una manta fría, se sentía atrapada, impotente, en la má
abitación, el último legado de su padre, un reconocido torero que le
u legendaria capa de torear, bordada con hilos de oro y plata, a su
cura, se formó en su mente, era s
fuerza, agarró los trofeos más grandes, uno en cada mano, y salió de la casa, su destin
ica y desafío, la capa sobre sus hombros, los trofeos en
lertados por algún soplón, llegaron en una camioneta,
ó el mismo hombre que la había golpe
lla con todas sus fuerzas, en el forcejeo, los trofeo
ó la capa, el sonido de la tela rasgándose fue como un grito, la última
s, mezclándose con el polvo y la san
emne retumbó en la noche, las enormes puerta
yor, de cabello cano y porte distinguido, vestía con una ele
dor retirado cuyo nombre era sinónimo de
ieron al instante a la leyenda viviente, su arroganc
la ayudó a levantarse con una delicadeza inesper
esonó con una autoridad inquebrantable. "A esta
irado se movió como una fuerza imparable, sus conexiones, su influencia y su rep
clausurados por evasión de impuestos y actividades ilícitas, uno por un
almente había llegado, no de la mano de la ley, sino del honor