de madera, vieja y astillada, la cuerda áspera me cortaba la piel de las muñecas. Frente a mí, mi esposo, Mateo, el famoso chef
uando los médicos me dieron la noticia. La que me abrazó y me dijo que mi valor no re
almente opacos y estúpidos, brillaban con una inteligencia malévola, una inteligencia humana. El alma de L
na falsa compasión. "Pero Mateo y Laura merecen est
, comenzó a brillar con una luz enfermiza. Era la clave del ritual. Un ritual para
a" , susurró Mateo, sus palabras eran el golpe fi
rancando de mi propia piel. Grité, pero el sonido se ahogó en la oscuridad del sótano. Mi ú
nces..
sol me dio
e, sino a café recién hecho y a las sábanas de lino que
rza descomunal. Miré mis manos. No había marcas de
la mesita de noche.
e oc
osi
paca. El día en que mi pesadilla realmente com
a vu
rena
abrirse y la voz alegre
r! ¡Tengo una so
rmenta violenta. Pero esta vez, la impotencia no estaba. En su lugar,
ba en la entrada, su sonrisa era tan cálida y carismática como la r
pero yo sabía lo que había detrás. Podía s
a que no te sientas sola" , dijo
é instin
por un segundo. "
blorosa. "Nada, solo
me mordió la mano. No fue una mordidita juguetona. Fue
or la sorpresa y el o
Miré a Mateo, esperando que se p
l solo
o" , dijo, acariciando el cuello del animal.
mano. Toda su atención, todo su cariño, era para
se momento, con bolsas
a llegó tu n
el ceño, pero no con
olo está tratando de conocerte. Tienes
urrándole palabras dulces. Yo, la esposa, la dueña de la casa, era invisible. La herida en mi mano
o hubiera hecho algo mal. Me había esforzado por querer a ese animal,
una mentira piadosa para que yo no me sintiera mal por mi "infertilidad" . Una infertilidad q
e Camila, el amor de Mateo. Todo era un escenar
uion habí
l ahora conocía el
ba seguir
e que se derramarí