s" vino a recogerla. Vi cómo la subían, cojeando y lanzándome una última mirada de odio puro. Mateo le dio una despedida lacrimógena, ac
casi me sentí en paz. Pero sabía que era una farsa. No la había enviado lejos. La había escondido. Prob
, rodeándome con sus brazos en la cocina. "Hice lo q
daba asco. Me a
Mateo. Lo
o que seas f
quieres mi cuerpo y e
No iba a esperar a que él hic
estruido. Era la excusa perfecta. En lugar de ir a las tiendas de telas de lujo, conduje hasta un barrio industrial en las
o el joyero, un hombre m
elegante. "Necesito una réplica exacta de este anillo. Mismo peso, mismo aspecto. Pe
llo. "Se puede hacer. E
s y efectos especiales. Era un lugar oscuro y polvorie
o muy fuerte, casi de grado médico. Que pueda pegar una joya a la pi
ero no hizo preguntas. Me vendió un peq
trozo de seda y un hilo fino, cosí un diminuto bolsillo oculto en el forro interior
malidad, sonriendo a Mateo, hablando con Camila por teléfo
destartalada a unos veinte kilómetros de nuestra casa. Lo observé desde lejos con unos binoculares. Allí, en un corral sucio, e
illo, mi corazón latía con fuerza.
cha la siguiente fase de mi plan. Cogí el frasco de laxante y u
ndo me vio, empezó a bu
briendo la puerta del corral. "Veo
su comedero. El animal, estúpido al fin
susurré. "Es un peque
e. Al día siguiente, Mateo volvió de s
egunté con mi mejor e
n amigo tiene un anim
pude espiar, Alpaca estaba en un estado lamentable. El laxante había hecho estragos. Estaba débil, deshidratada y, lo más satisfactoriente de
física perfecta de la f
i armario estaba abierta. Mi vestido de novia, que guardaba en una funda protectora, estaba en el suelo,
había
ta para el ritual de la noche siguiente. A pesar de estar enferma, l
as mis esperanzas y sueños rotos. La rabia que sentí fue tan
atrás. No había pie
noche, no solo
estru