apenas saliendo de la adolescencia, y vi cómo esa mujer y su hijo, Rogelio, se instalaban en nuestra casa como si siempre hubieran pertenecido a ella. Mi padre me dijo que era una nueva oportunida
a mí mismo de que esta era la familia que mi padre habí
cía autos de lujo y mi esposa, Sofía, era la envidia de todos. Acababa de cerrar el negocio más grande de mi carrera, una inversión de alto riesgo en logística internacional que me posicionaría como un titán en el sector. Esa noche, en la cena, todo era perfecto. Dolores me elogiaba llamándo
. Una llamada de mi corredor de bols
de la ruta de envío se filtró. Nuestros competidores
talle que solo tres personas en el mundo conocían además de mí: mi madrastra Dolores, mi esposa Sofía y su cómplice, Rogelio. La traición era tan obvi
ña memoria USB que no era mía. La curiosidad, o quizás un instinto de supervivencia, me hizo conectarla a mi computadora. Lo que vi
do le dije que lo amaba?", decía Sofía,
Ricardo ni siquiera sospecha que el hijo que espe
rganta. No solo me habían robado mi fortuna, me habían robado mi dignidad, mi futuro, mi paternidad.
elular vibró sobre el escritorio. Un númer
comerciante. Su verdadero legado te
scuridad total, ese mensaje era una pequeña y lejana
lar decía: "La familia Ramírez-Vargas: un ejemplo de éxito y unión". Mostraban a Sofía mirándome con devoción, a Dolores aplaudiendo con orgull
ía. Dudé un segundo, pero la rabi
toy preocupada por ti", su voz sonab
escuché otra voz de fondo, distorsi
do más grande de la ciudad. Dile que gracias p
voz de Sofía, susurrando con enoj
i corazón se hizo cenizas. L