ta se cerró con un golpe sordo y el sonido de un cerrojo corriendo me confirmó que estaba encerrada. Me deslicé por l
mbre que había amado y que ahora se revelaba como un monstruo. Lloré por el miedo paralizante de lo que esos ho
no me paralizaba. Ahora era un combustible. Me di cuenta de que si no hacía algo, si no luchaba con c
tía como un disfraz inútil. Pero no era inútil. En el dobladillo interior, cosido con un hilo invisible, había un pequeño bu
ño de una tarjeta de crédito, y un diminuto auricular. Era un dispositivo de emergencia que compré después de un viaje de neg
co número, uno que no estaba en ninguna agenda, uno que solo existía en mi memoria. El teléfono sonó una,
Di
la y familiar. Una voz de mi pasado. Una
mi voz rota. "Soy yo. X
ndo de silen
Dónde estás?
ncho... no sé dónde. Mateo... él
teléfono encendido. Te en
i mano como si fuera un talismán. La esperanza era a
para que saliera. Guardé el teléfono y el auricular en un pliegue oculto de mi vestido. Caminé de
untos. Sofía se inclinó y le susurró algo al oí
jo Mateo, su voz llena de burla. "¿L
escenario, subí los escalones y me paré en el cen
ndentemente fuerte y clara. "Si van a hac
lo recorrió la sala. Mateo frunció el ceño,
d. "Empecemos por aquí. Las manos de una diseñadora. Manos que han creado belleza. ¿Qu
mbólica. Querían subastar mi
la paleta. "¡Qui
n buen comienzo.
o antes de continuar, Ximena, te daré una última
rdido apareció a su lado
ias a cualquier reclamo sobre nuestro patrimonio y admites públicamente adult
struir mi reputación en el proceso. Miré los papeles, luego a su
ue valgo, Mateo? ¿Unas cuant
nía de la desesperación más absoluta y de la pequ
No voy a fi
a Mateo. Mi voz resonó e
en pujar por mis manos, cuando pueden tenerlo todo? Voy