y el murmullo de las conversaciones de la élite mexicana, pero para Sofía Pérez,
s labios estaban adquiriendo un tono azulado y sus ojos, normalmente bril
, emitiendo un silbido aterrado
yacía a medio comer en un plato de porcelana fina. Un postre preparad
ritó Sofía, su voz quebrada por el terro
eite. La música se detuvo. Las miradas curi
rostro, normalmente bronceado y sonriente para las cámaras, estaba contraído por
", espetó, su voz
Ricardo, ella es alérgica!", suplicó Sofía, tra
te sobre el impecable piso de mármol. Una
icardo fue insta
e los gritos ahogados de la gente a su alred
postre! ¡Te lo advertí!", rugió,
do! ¡Comió el de Andrea!", intentó explicar Sofía, la
ego de rabia, protegiendo su imagen
e hundió la cara a Sofía en
voz baja y llena de ven
llación era tan abrumadora que sintió que su alma se partía en dos. La gente
s débil. Un médico presente en la fiesta finalmente reaccionó
ía, pero solo para dirigirle u
ando a la pequeña figura de Camila que ahora era atendida en el suelo. "
mo se llevaban a su hija en una camilla. Ricardo la siguió,
e cada gota con la lengua si es necesa
e sentía como un animal acorralado. Por el bien de su hija, por la remot
bajo la mirada burlona de los invitados. El flash de un celular
nce días fueron un
ama del hospital, sin atreverse a dormir, escuchando el pitido constante de las máquinas que mantenían viva a su hija.
nunca
mada. Ni u
e en Los Cabos, sonriendo, con copas de champán en la mano. Andrea publicaba historias sobre "superar momentos difíciles" y "el poder
. "Seguro lo hizo a propósito pa
tan rápida para juzgar, la había condenado sin juicio.
ro y que la pasarían a una habitación normal al día siguiente, Sofía sintió que algo dentro d
s vías intravenosas en sus bracitos, la
aca
número de Ricardo. No para
a e irritada desde su paraíso personal
rdo V
iero ser