ól
cción de vinos que nunca qu
de mujeres. Siempre he hablado
s -y algunas lágrimas-
ños, abogada sénior, inde
, me encanta la rutina
on mi copa de Cabernet antes que
a sin límites- decidió regala
Una conversación agud
do civil que conveniente
nas, con el rímel corrido, el corazón acelerado como si me hubiera t
a de atrás. Rebec
e la esposa. Nom
a. O mejor dich
rer. Escond
bes lo q
ial corrido, me miro fijamente en el
onvertido en una estadística. T
e siempre juraste
convertí en
Dios que lo habría bloqueado, ignorado, olvidado. Pero e
salvar) y por mi colección de vinos importados
r: "Pobrecita, no se valora, es una tonta, su a
uí, encerrada en el baño de un hotel boutique en Campinas, con el rímel corrido, el corazón aceler
a de atrás. Rebec
e mi esposa. Nom
cláusulas mal redactadas en un contrato, un cliente que intenta incumplir, un exnovio qu
que mi teléfono se deslizara por el mostrador de
e me paraliza es una vocecita persistente dentro de mi cabeza que repite: «Felicidades,
nvertido en una mancha digna de un payaso deprimido. Un mechón de rímel me corre por
rque Fábio está casado? ¿
mera sonrisa que esto iba a ser un desast
on un traje beige, revisando un contrato en un café
a carcajadas, rodeado de gente que se reía de sus chi
ación- si podía sentarse en la silla vacía a
ura de su boca más torcida que la otra, un poco perezosa. De esas que te quitan la ropa sin tocarla. Hablamos de trivial
ozaban los míos. Me fui a casa con una punzada en el e
pregunta legal urg
aber dich
haberlo
pa de Cabernet y visto algún reality
bio, e
¿Qué res
ientras volvía a mirar el mensaje que parpade
el amante huye por la puerta d
orar por ser la otra mujer? Le daría una palmadita en el hombro, l
a haber escuchado
ndo hondo. Estoy mareada. No sé
blazer está tirado en algún lugar de la habitación, me he quitado los tacones, mi dignidad d
y esa
y la
un hombre casado cuelgue por el
la abogacía, socia junior en el bufete más respetado de la ciudad. Redacto
vida con la esposa perfecta, la casa perfecta, la vida de comercial de margar
eces. Quiero responder: "Vete a la mierda, Fábio. V
o lo envío. Lo borro. Vuelvo a escribir. Vuelvo a bor
mirada como diciendo: "¿En serio, Mar
h
espiro. Repaso mentalmente: ¿Teléfono limpio? ¿Sin capturas de pantalla? ¿Sin mensa
arrugadas, copas de vino medio vacías, una corbata olvidada en el sill
Debe ser. La imagino: tacones de aguja, pelo cepillado, esa cha
je que sería, hasta que
labial corrido en el espejo del móvil. Ni siquiera i
pasillo. El ascensor está lejos. El recepcionista, pobrecit
alida de emergencia. Las escaleras de servicio huelen a desinfectante bara
era antes de él. Antes de este caos. La mujer que no aceptaba migajas. La mujer que pensaba que el amor
está
da dentro de mí, g
r la llave. No puedo devolver un beso robado. N
devolver
nuevo. Última notif
érame. Todo
calera vacía. Si alguien me oye, pensar
o, susu
amante". Y bajo, paso a paso, cargando con mi culpa, mis tacones, mi dignidad herida y
manecer me envuelve con su aire gélido y sus farolas
ón en el pecho que grita: "
ue es