sé hasta la última gota de mi fuerza para c
e bodas, me abando
Me hizo pedir perdón por crímenes que no cometí.
arla, Damián me entregó -a mí, su esposa em
ra mi garganta, escuché la voz de
isp
ítu
entada sola en la inmensa suite nupcial. La habitación estaba llena de r
noche d
na entró. Pareció sorprendido de verla de
r qué no es
de culpa. Eso hizo que el vací
ón, a punto de compartir su primer baile como marido y mujer. Entonce
-había dicho él,
bía preguntado ella, con l
. Tuvo un
sola en medio de la pista de baile, mientras los susurros de los invitado
tuvieran estrujando. Los doctores le habían dado tres años. Tres años para vivir, para encontrar el amor,
lta al presente. Se acercó y comenzó a desabotonarse la camisa-. No f
bía. Lo sabía
nsabilidad con ella. -La miró, sus ojos pidien
o había perseguido con tanta tenacidad. Cuando vio por primera vez a Damián Luna, el brillante CEO de tecnología, en la portada de una revi
rutinas, su cafetería favorita, el Parque Chipinque dond
la desconocida que perseguía tan obviamente al inalcanzable Damián Luna. La hu
e ella quien lo encontró, desorientado y vulnerable. Lo llevó a su habitació
tuviera furioso, que la echara. En cambio
é respo
comenzaron a salir. Y para su sorpresa, fue un
rque decía que la comida de los restaurantes no era lo suficientemente saludable. La
ontró, con el rostro pálido de un terror que nunca antes había visto. La llevó de
go, Cata. Déj
su desesperada búsqueda finalme
ués. Mientras salían de su habita
nte. Le enlazó el brazo-. Vine en cuanto me enteré.
tó el brazo c
o se volvió hacia Catalina-. Cata, ella es Jaz
promesa hecha a un moribundo. Sus padres, Bernardo y Carolina Luna, adoraban a Jazmín. La veían como la n
or, pero gritó como si le hubieran disparado. Damián la levantó en brazos de inmediato, con el rostro convert
entras examinaba su tobillo. Mostró un nivel de pánico y cuidado que Catalina
r helado se instaló en su corazón
para convertirse en la secretaria personal de Damián. Siempre estaba allí
staba ligeramente entreabierta. Vio a Jazmín sentada en su escritorio, inclinándos
jó la puerta
ndida. Solo sonrió, una
a basurita en el ojo. -Su voz era dulce,
que acababa de abandonarla por esa misma mujer. La esperanza a la que se