lana a casa. Ni siquiera esperó a que me mudara. Entró en mi
dormitorio, y comenzó a dirigir a los de
iz ante las piezas italianas hechas a medida que hab
ras, reemplazando mi vida con su propia estética serena y minimalista. Me estaba
, insistió en que
te dulce-. Al santuario de vida silvestre privado que
rada que era a la vez una súplica y una or
que
en el herpetario, el aire denso y húmedo. En el centro de la habitación había un enorme recinto d
erró al bra
rca? ¿Por favor? -arrulló-. Nunca
jo Damián, pero no había
quejó ella, hac
ó al cuidador que abriera el recinto de cristal y pus
se dio cuenta. Entró, con los ojos muy abiertos por una curiosidad in
ocar uno?
pudiera responder, se
d aterradora. Su cabeza se alzó, su lengua bífida parpadeando, sus
arró a Alana y la jaló detrás de
e dej
silenciosa y líquida. En un parpadeo, estaba sobre mí. Su cuerpo se envol
odía respirar, no podía gritar. Mis
na se había tropezado "accidentalmente", derramando su botella de ag
nda de lo que era. Un señuelo. Algo p
cidente. Estaba t
e. Sabía que luchar solo haría que el pitón apretara más fuerte. Me o
ugió Damián a su
as corriendo por su rostro-. ¡No podemos
névola tratando de proteger a una pobre criatura incompr
lla. Luego otra. Mi visión comenzó a oscurecers
tadas pero sin poder conseguir un tiro claro co
rar! -le gritó uno a Damiá
el brazo de Damián-. ¡No puede
ida de mí, Damián hizo lo impensable. Se volvió hacia
res -le
vi elegi
fuerza, forcé su nombr
miá
o patético y
o frente al arma
ijo, su voz llena de una certeza jus
lmente disparó. Debió ser un tiro de suert
ojó. El cuerpo del pitón se relajó, des
ndo por aire, el mundo volvi
alofriante, que si hubiera sido