da a la solicitud de matrimonio, esperando al hombre que
ncima de mí. Pero esta vez, una foto en mi celular lo mostraba sonriendo con
ia, le dio a Sofía un brazalete, una reliquia familiar, ignorándome como si yo fuera una de las sirvientas. Damián,
uería nada de él. Su respuesta fue arrastrarme a mi cuarto, empuj
llevar a mi padre moribundo al hospital, alegando que Sofía estaba teniendo un ataque de pánico. Su madre, Cecilia, ponc
, diciéndome que eso era lo que pasaba cuando lo desobedecía. Él todavía n
una propiedad, que dejó morir a mi padre? ¿Por qué me
general del Grupo Del Valle. Era hora de volver a
ítu
a casa,
casi inaudible, pero la decisión se sinti
do blanco, algo para lo que había ahorrado, algo que pensó que era especial. Ahora se veía barato y fuera de lugar contra el fondo de las majestuo
tarde. O
veces había estado aquí, o en un restaurante, o en algún evento al que él prometió que asistirí
oz de Alejandro sonó a través
ente la entrada, una chispa de esperan
dolor agudo le recorrió la pierna, una molestia familiar de una vieja herida. Cambió su peso, apo
ria-. Te ha estado usando durante cinco años. Vuelve a casa. La familia Del
a la hija del jefe de seguridad de la familia Garza, pero durante cinco
tap
scrito pulcramente en una línea. La otra estaba en blanco. Rompió el papel por la mitad, luego otra vez, y otra, hasta que los pedazos fueron demasiado
z finalmente firme-. Pero
que
da su vida. Necesito traerlo conmigo. Neces
ar-. Conseguiré a los mejores médicos
con un nuevo mensaje. Era de
ía Beltrán, su novia de la preparatoria, la mujer que nunca había superado. Le estaba dando un bo
da. Ni lágrimas, ni rabia. Solo un vac
omenzado hac
rio, estrelló su coche deportivo. El accidente fue espantoso. Lo sacaron
entonces, de camino a casa, pero no dudó. Co
a. La fuerza de la explosión la arrojó contra el
erpo de Damián estaba fallando. Necesitaba un trasplante de médula ós
rueba. Era una comp
de la cadera, una donación secreta y dolorosa de la que nunca
e ella. Fue el de Sofía. Gritó por Sofía, que se había ido a E
destrozó su orgullo, volviéndolo amargado y cr
Intentaba arrancarse las vías intr
entaba detenerlo. Le sostenía la mano, con su propio c
de un empujón-. ¡No eres más que la hij
e solía ser, el que le sonreía cuando ella era solo una niña que andaba por la
Un amor secreto y sin esperanza por el
uando él sostenía un trozo de vidrio con
por su rostro-. Por favor, no hagas esto. Me qu
alimentaba, lo bañaba, le leía. Se convir
a Sofía de parte de él, vertiendo su desamor en la página, y luego las enviaba obed
Montenegro, la obs
preguntaba, con sus ojos fríos-. ¿Crees que porque lo estás cu
pondía Aliana en voz
der de ella. Se acostumbró a su pres
oción-. Sofía no volverá con un lisiado. Pero si ve que
rompió, pero
mpleta para un doctorado en sistemas computacionales. Era su sueño. Miró la carta, luego
la tecnología que la habían perdido de niña y la encontraro
bía suplicado Alejandro-. Vuelv
e negó. Eli
oras cada noche. Empujaba y tiraba de sus miembros inertes, su propio cuerpo esforzándose, su
o a sus piernas. Era lento, pero estaba sucediendo. El día que dio su primer
ación de su progreso. Fue a su habitación, con el corazón lleno de e
rgada de emoción-. Pensar en que volverías
stido barato en la fiesta de otra persona. Él ni siquiera la había notado. No había recon
ella, y cumpliría su palabra, dijo. Pero cada vez, Sofía tenía una "crisis". Un dolor de cabez
y ocho
dijo a sí misma que una vez que estuviera
onagésima novena vez, mirando una foto de él con otra muje
un regalo de él. Le había arr
ima cita -había dicho-.
Le apretaban los pies, un
s, yo nunca iba a encajar. Solo
ía la cent
una cent
ba tomada. Se ib