r los bordes. Un sudor frío le perló la frente mientras el murmullo incesa
quedó mirando su reflejo en el espejo de marco elaborado. Su rostro estaba pálido; sus ojos, atormentados. Esa n
n por la garganta. El dolor en el pecho era un peso físico, una presión apla
del salón contiguo, una estancia que apenas se usaba durante
etuvo. Reconoci
na claridad dolorosa. Bennett acorralaba a Aria contra una estantería,
pacio. "Bennett", suspiró ella con las manos enred
as por la seda roja del vestido. "Quiero presumirte". Se apartó apenas, con la mirada encendida por un deseo que Kelsey no había vis
u peor temor: no solo la estaba reemplazando, la estaba devaluando. Su
o mientras sus labios recorrían el contorno de su mandíbul
echando la cabeza hacia at
hacia el tocador, con el corazón martilleándole las costillas. Los vio salir, con el brazo de él rodean
n desmedida podría provocar un embarazo que la mataría. Era mentira. No le temía a la pasión; sencillamente, no la sentía por ella. La reservaba p
a era lo único que Kelsey no podía ser: joven, libre de cargas y, en la mente de él, fértil. Una pág
s entrañas. De algún modo, consiguió recomponerse y volver a la deslu
ejillas. Una pequeña marca oscura, un chupetón, asomaba justo por
elsey, se le acercó. Parecía nervi
el champán... es demasiado fuerte para mí. ¿Po
lida de un encuentro furtivo con su marido, pi
a Kelsey en un nudo helado. Su man
sobrevino
torre de copas de champán que presidía la fiesta. La estructura se tambaleó. Por un instante aterrador pareció fl
via de cristales afilados cayó sobre ella, cortándole los brazos y los hombros. Un trozo más grande le golpeó la frente y un
ría, con el rostro desfigurado por el pánico. Por un i
asó de
pero ilesa. La rodeó con sus brazos, protegiéndola con
año? ¡El bebé!, exclamó él, recorri
mirada, fría y contrariada, como si no fuera más que un estorbo, un desastre que alguien más tendría que li
ados en la piel. Contempló los restos de la torre de copas, una metáfora perfecta de su vida hecha añico
ió de la fiesta dejando un rastro de huellas escarlata sobre el mármol inm
ias más cercana, la misma a la que h
triaje. Sus ojos, al ver la herida en la frente d
n un susurro hueco. "Pu
smo hospital y la había instalado en una habitación privada al fondo del pasillo. Se desvivía por
ecara una lágrima invisible. "No te preocupes por nada", murmuró,
a ella. Las enfermeras cuchicheaban entre ellas, comentando lo
suya. Ahora lo veía tal como era: un hombre que no solo quería un reemplazo,
ital, Kelsey supo que debía hacerlo ofic