, era perfecto. Durante dos años, me adoró, y nuestro
ado, de la mano de un niño pálido
s de un accidente en el hospital, su hijo tuvo una convulsión. En me
o, llevando a su hijo en brazos,
estro bebé, sola.
añana siguiente, llevaba un traje diferente. Suplicó perdón p
Un chupetón oscu
lla mientras yo pe
ra ver a sus padres casados. Me rogó que aceptara
o y egoísta, y una extrañ
do -dije-
ítu
en el borde de una camilla de exploración, viendo cómo una enfermera vendaba con
d, pero Santiago insist
ó de golpe y él entró corriendo
, ¿est
aban abiertos de par en par por la preocupación. Se apresur
bien. Es solo u
esco como si fuera una herida grave, su
aja y llena de esa familiar y posesiva preocupac
joven de rostro
. La ha de qu
cálida sensación extendié
loga que renunció a su carrera por el magnate tecnológico que la adoraba.
ilencio de la clínica. Era un sonido de puro dolor, segu
abitación de al lado. M
resión se tornó triste. -Pob
é, olvidando mi pr
baja-. Solo tiene cua
No podía imaginar el dolor que es
panto -
ivo. -Es triste, pero no tiene nada que
trataba de cosas fuera de nuestro mundo perfecto. Emp
e abrió. Una mujer con ojos cansados y ropa barata sa
grimas. La mujer parecía desesperada, sus ojos recor
se contrajo con una mezcla de sh
nte, arrastrando
u voz temblorosa-. ¿
e puso rígido a mi lado
-Soy yo. Karla. ¿De Las
nzando a latir un poco demasiado rápido.
tro, lo vi. La misma línea afilada de su mandíbula. Los mis
, su rostro una máscara de
ue rápida, de
uerza-. Estabas allí por una conferencia de te
po. Un error de borracho en Las Vegas antes de conocerme. Había dicho que fue u
ió al niño, Le
simples. Las cuen
vivía no solo estalló. Se hizo añi
i voz apenas un su
iró a l
abras sintiéndose extrañas en mi boca. Mi propia voz
osteniendo a su hijo, su expresión tranquila, casi victoriosa. Santiago caminaba de un lado
zo, tratando de mantenerme entera. Me sentía entumecida, com
hoja de papel. No tuvo que decir una pala
confirmaron. 99.
l hijo de
miró, su boca abriéndose y cerrándose, pero no sa
, un sonido calculado y
s dicen que necesita un trasplante de médula óse
enfermo, a las lágrimas en su rostro, y algo en mi esposo cambió. La culpa en
e. Era como si ya estuviera en otro
a casa. Yo... yo me encargo de e
a c
ndo. En la primera crisis real de nuestro matrimonio, l
redicto. Y en ese moment
za profunda y vacía. Este era el hombre que había prometido amarme y p
o años que ahora se estaba muriendo. Y no
clinó ligeramente. Salí de la clínica, dejándolo allí con su
boda en el vestíbulo parecía burlarse de mí. Nuestros rostros
e golpeó, y el mun
ia cama. Nuestra ama de llaves, Ma
al, se desmayó.
ro amable, estaba guardando
ñora Villarreal.
ara
de alegría parpadeó dentro de mí, seguida inmediatamente po
tiago quería a n
unté a María, mi voz débi
a casa, señora
a en el hospi
, la otra aferrada a mi teléfono, una torme
oda la noche. Nunca llamó
sola en la enorme mesa del comedor tratando de
e un número
do a tu familia. Cre
za. Mi familia. La familia que no podía record
sola palabra
ién