iesta con desdén. Miró las flores, la comida, los invitados son
lsa preocupación-. No puedo creer
chirrido. La sala se quedó
. ¡Casi te matan! ¿Y lo obligas a organizarte una fiesta? ¿No te importa en
anipulación, retorciend
, habló. -Cristina, te equivocas. Esto no fue idea de
abía nada al respecto. -Su tono era conciliador, pero había una frialdad en
o. No esperaba ser contradicha. Pero se recuper
olo la terapeuta a la que llamas cuando necesitas ayuda? Puse todo en tu recuperación. T
cia la habitación. -Ya no
nuevo. La amen
. La necesitaba. O al menos, creía que sí. Empezó a mo
ina, e
por encima del hombro hacia mí. -Sur
ra patética y
scara de indiferencia. No lo dela
ada -dije, poniéndome de pi
. En cambio, caminé por el pasillo y me detuve en una
Cristina inmovilizada contra la pared, su expr
es, Cristin
la lágrima trazando un camino por su mejilla. Er
dose. -No te pongas así. Sabes que te necesito. -Le pr
ro de Damián y sus ojos se encontraron con los míos al otro lado del pasillo. Una sonrisa
labras, pero vi cómo cambiaba su rostro. Pa
ido, pero un frío pavor s
regreso hacia mí. Apareció frent
onflictiva disculpa. -Emilia -dijo, su voz
da para sentir algo más que un profundo y agotador
brieron, una mano me tapó la boca por detrás. Otro
Un olor agudo y dulce llenó mis fosas nasa
Mis extremidades s
e antes de desmayarme fue que esto era obr