pello con fuga, la conductora, Karyn Morse, se presentó ante su tumba. Sonrió,
y un historial como ganadora del Premio Pulitzer. Sin embargo, las cosas con Karyn eran diferentes. El juez, en deuda con su poderoso padre, desestimó todo. Ella salió libre. Acto seguido, el alguacil
sentenciaron a tres años en una prisión de máxima seguridad por ser una madre afligida, por haber perdido a
y su hijo. "Papá, ¿podemos ir a comprar helado ahora?". Karyn respondió cariñosamente: "Tenemos que saludar a tu herman
Una amarg
cto tono azul. Tenía cuatro años. Fue un atropello y fuga. El auto er
distrital, David Blair, me rodeaba con el brazo, mostrándose fuerte ante las cámaras que nos fotografiaban desde una
osa dentro de mi pecho. Quería gritar, hundirme en la
negros, caminó hacia nosotros. Su padre, el magnate inmobiliario Dick Underwood, la seguía a una cort
es comenzaron a murmurar. Mi mano, que sostenía una solitaria rosa blanca para mi pequeño, comenzó a temblar. Karyn levantó
o de marca y sacó un pequeño dinosaurio de peluche, el favorito de Leo, que habí
Se le cayó esto, ¿sabes?", dijo como
e mí se rompió. La silenciosa caverna de mi dolor se llenó de una ardiente ira que rugía. Todo mi cuerpo temblaba. David me apretó
mata
policía me exoneró, Eva. Fue un trági
cómo encontrar la verdad y sacarla a la luz. Utilizaría la ley, el sistem
a, con mi mejor amiga y colega, Cheri Reid, a mi lado. Ella me apretó la m
n detrás de mí. "El principal patrocinador de
reuniendo todas las piezas, haciendo el trabajo que la policía parecía tan renuente a realizar. Había construido un caso tan sólido que ni siquiera el dinero de Dick Underwood podría derribarlo. Yo
nderwood, desestimó las pruebas, el testigo se retractó de
brazo de Cheri me sostenía. No había
ció mi nombre: "Eva Bento
l fiscal apareció un nuevo expediente
rovocó la muerte de su hijo, Leo Bl
cas y mis noches de insomnio tras el accidente como prueba de mi inestabilidad mental. Distorsionó mis investigaciones periodísticas y las convirtió
testificaba que yo había estado sobrecargada de trabajo, estresada, qu
r el descuido de la esposa. Era una historia mejor, una más limpia y
risma y un falso dolor. Habló de un sistema judicial que debe per
los ojos llenos de un sufri
on a tres años en una cárcel de máxima seguridad, por
a sobrevivir. De un vacío que nunca desapareció. Perdí un embarazo en una brutal pelea que no inicié; otro secreto que escondí. Lo úni
que tomé un taxi hasta el único lugar al que necesitaba ir: la tumba de mi hijo. Esperaba encontrarla descuidada, como
ar. Un sedán negro. David se bajó. Parecía más viejo
posesiva. Desde el asiento trasero, una niñera ayudó a un pequeño de unos tres añ
cia la tumba como u
a de David. "Papi, ¿ya podemos i
un minuto, cariño. Tenemos que sal
l mundo se desvaneció en un
no". "
Los miré a los tres. David colocó un nuevo ramo de flores sobre la tumba, y su mano rozó brevemente la de es
trataba solo de su carrera, no solo me había incriminado para salvar
uerpo temblaba violentamente y me mordí el labio con tanta fuerza que sentí el sabor de la s
, sonrientes, frente a la casa que habíamos comprado juntos, la que se suponía
te. Recordaba las cicatrices en su espalda causadas por el cinturón de su padre, un pasado tan brutal que rara vez hablaba de este. Fui yo quien lo abrazó dur
che, con un corte en la mejilla que le había hecho su
ado, con la voz cargada de emoción. "A cualquiera que
historia de la ciudad, y yo en una periodista estrella. Nos casamos
o de nuestro pequeño, cargánd
"es gracias a ti. Conocerte ha
erfecta hasta mi esposo perfecto. Mi hermoso
id, cariño, supe que tu ex salió hoy de la cárcel". Estaba mirando directame
espuesta. El último y frágil hilo de esperanza al que ni si
ata mientras le respondía con voz fría y distante: "¿Preocupad
palmas, rompiéndome la piel, la sangre comen
familia feliz, y se fueron, dejándome s
, saqué mi celular desechable, el que había mantenido oculto durant
ilante cuando res
", le dije. Mi voz
iento: "Eva, lo siento mucho. Haré lo que sea. Cualquier c
. No tenía adónde ir. El apartamento que había compartido con Cheri me resultaba extr
estaba tal y como lo había dejado: mis libros se encontraban en los estantes y mi taza favorita junto
d estaba en la puerta, su silueta bloqueaba la luz que
gado con tres años de dolor y traición. Él me miró, en su rost
uave, casi normal: "Volviste". Me tendió u
a to
ngredientes especiales"
ina y regresó con una taza de té humeante.
Tienes
. La taza, que era un regalo suyo en nuestro primer aniversario, se sentía pesada en mis manos. Entonc
é, con el cuerpo temblando de una r
un tono tembloroso pero claro. "Cuént