desgarró de
uta. Las lágrimas corrían por mi rostro, pero me estaba riendo. Riéndome del monstruo en que se h
mi voz un susurro rasgado
. No necesitaba responder. Lo vi en su
dio, la voluntad de resistir, todo se
entumecida y distante-. L
a. Caminé, tropezando como una borracha, hacia la cocina. No sentía nada.
elta a la sala de estar. Celeste ahora estaba sentada en un lujoso sillón de terciopelo, luciendo com
ó Celeste, su voz g
nte a la cara, que corriera, que luchara. Pero la imagen de la tumba de
dillé en el frío suelo de mármol. La humillación er
curados. Los sumergí en el agua tibia. Mis lágrimas caían silenciosamente en el r
cé a frotar suavem
. Agua y fragmentos de porcelana se esparcieron por todas part
quiera puedes realizar una tarea simple! ¡El agua está demasiado
tibia. Era solo otra e
éndose hacia él con un puchero-. Algo que le haga rec
us ojos fijos en mí con una e
una lección de disciplina. -Se volvió hacia los guardias-. Llévenla afuera. Se arrodillará
amos a mediados de otoño
las palabras atascándose en
s de molestar a Celeste de nuevo -dijo, su
nte. Lo miré, al hombre que una vez había amado con todo mi corazón, y no vi nada
ejaron ese odio. Lo vi estre
iegas -dijo, su voz baja y amenazante-, haré
z en mis ojos se apagó, dejand
staba pavimentado con piedra, ya resbaladiza por el rocío de la noche. Me obligaron a arrodil
estrellas. Una fina lluvia brumosa
ncé a cantar, mi voz
. Estoy aquí
e obligaban a hacer mientras mi espíritu se retiraba a
aló en mis huesos, un dolor sordo y entumecedor. Mis rodillas estaban en carne viva y sangrando con
. Estoy aquí
s palabras humillantes. Mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Mis dientes castañeteaban. Una fieb
olvió negro. Me incliné hacia adelante, mi cara go
estruendo de unade concreto frío en un espacio pequeño y oscuro. El aire olía a
en un
tano de la mansión. Me habían arrojado una manta delgada. Mi cuerpo dol
mpre había sido amable conmigo, apareció en los barrot
orita Norman dijo... dijo que tenía fiebre y que
a. Como un a
ncas a través de los barrotes. -Lo siento mucho -susurró, con lá
a. Miré las pastillas y el agua. Sería tan fácil simplemente re
é en su dignidad, su fuerza silenc
as. Las tragué con el agua fría, la acción u
la oscuridad me llevara de nuevo, una risa silenciosa y