img Mi esposo héroe, mi monstruo  /  Capítulo 3 | 16.67%
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Historia

Capítulo 3

Palabras:1158    |    Actualizado en: 17/09/2025

desgarró de

uta. Las lágrimas corrían por mi rostro, pero me estaba riendo. Riéndome del monstruo en que se h

mi voz un susurro rasgado

. No necesitaba responder. Lo vi en su

dio, la voluntad de resistir, todo se

entumecida y distante-. L

a. Caminé, tropezando como una borracha, hacia la cocina. No sentía nada.

elta a la sala de estar. Celeste ahora estaba sentada en un lujoso sillón de terciopelo, luciendo com

ó Celeste, su voz g

nte a la cara, que corriera, que luchara. Pero la imagen de la tumba de

dillé en el frío suelo de mármol. La humillación er

curados. Los sumergí en el agua tibia. Mis lágrimas caían silenciosamente en el r

cé a frotar suavem

. Agua y fragmentos de porcelana se esparcieron por todas part

quiera puedes realizar una tarea simple! ¡El agua está demasiado

tibia. Era solo otra e

éndose hacia él con un puchero-. Algo que le haga rec

us ojos fijos en mí con una e

una lección de disciplina. -Se volvió hacia los guardias-. Llévenla afuera. Se arrodillará

amos a mediados de otoño

las palabras atascándose en

s de molestar a Celeste de nuevo -dijo, su

nte. Lo miré, al hombre que una vez había amado con todo mi corazón, y no vi nada

ejaron ese odio. Lo vi estre

iegas -dijo, su voz baja y amenazante-, haré

z en mis ojos se apagó, dejand

staba pavimentado con piedra, ya resbaladiza por el rocío de la noche. Me obligaron a arrodil

estrellas. Una fina lluvia brumosa

ncé a cantar, mi voz

. Estoy aquí

e obligaban a hacer mientras mi espíritu se retiraba a

aló en mis huesos, un dolor sordo y entumecedor. Mis rodillas estaban en carne viva y sangrando con

. Estoy aquí

s palabras humillantes. Mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Mis dientes castañeteaban. Una fieb

olvió negro. Me incliné hacia adelante, mi cara go

estruendo de una

de concreto frío en un espacio pequeño y oscuro. El aire olía a

en un

tano de la mansión. Me habían arrojado una manta delgada. Mi cuerpo dol

mpre había sido amable conmigo, apareció en los barrot

orita Norman dijo... dijo que tenía fiebre y que

a. Como un a

ncas a través de los barrotes. -Lo siento mucho -susurró, con lá

a. Miré las pastillas y el agua. Sería tan fácil simplemente re

é en su dignidad, su fuerza silenc

as. Las tragué con el agua fría, la acción u

la oscuridad me llevara de nuevo, una risa silenciosa y

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