ión del veneno de plata que retorcía su cuerpo en agonía, y él me prometió que si no encon
r a casa. Me exigió la llave de su penthouse y arro
s servicios -di
el casi ahoga a mi madre enferma en un pantano para obligarme a confesar. Cuando me volvió a incr
ez me protegió pudo convertirse en mi mayo
tar atraparlo cuando Lila entró. Ese día, rompí nuestro vínculo y me fui a una manada rival, donde mi amigo
ítu
e Ser
re las sábanas de seda de su cama king-size, mi piel todavía hormigueando donde sus manos habían estado. Su aroma familiar -pino después de una torm
secreto, la única cura para la maldición del veneno de plata que periódicamente retorcía su cuerpo en agonía. Mi tacto era su medic
ana, desprovista de la pasión que
iendo mi pecho
Ka
te del color de un cielo tormentos
rtamento. La que te di
mis huesos, más pesado que la
hablando? Nue
-interrumpió bruscamente-. Nu
ra, sus movimientos precisos y distante
na fusión de empresas-. La anunciaré como mi compañera eleg
n la manada, de apenas diecinueve años, con ojos grandes e inoce
suficientemente fría como para congelar la sangre en mis venas
a y la arrojó sobre la cama. Aterrizó suavem
us servicios.
nsuelo, su medicina, su solaz sec
e algo ilegible en sus ojos antes
errero decente con quien sentar cabeza. Tener al
n mi mesita de noche, donde descansa
Sangre. Su aroma es fuerte, apropiado para una
plata en una batalla territorial y, en una neblina de dolor, descubrió que mi tacto era lo único que podía calmar la maldición. Me lo había prometido e
s una oportunidad. Más tarde supe la verdad: solo er
dó fascinado. Empezó a alejarme, prefiriendo soportar el tormento de la maldición mientras se a
re. El Vínculo Mental, la forma de nuestra manada de hablar de corazón a
bien, mi niña dul
, un marcado contraste c
, tratando de mantener el temb
ado. ¡Ha despertado! Después de seis largo
bía caído en un coma mágico luchando contra los Renegados para proteger su tierra.
Una señal.
ido a otra. Voy a casa. Nos vamos. Tan pronto como obtenga mi certificado de mayorí
as pertenencias en una pequeña maleta. Dejé la tarjeta negra sobre las sában
n la planta baja, mi corazón se detuvo. Kael caminaba por el vestíbulo, su brazo envue
l rostro de
ijo a Lila, su voz lo suficientemente alta
ó en una mueca de suficiencia. Camin
goteando falsa simpatía-. Debe
radamente me gol
una escultura de cristal llamada la "Lágrima de la Diosa Luna" -un premio por m
pulido y se hizo añicos
-