vista:
brillo era un consuelo familiar contra la oscuridad. Durante diez años
en una negrura opresiva, tan densa que sentí que me asfixiaba. Bie
reuní los fantasmas de mi vida con Dante. El pequeño relicario de plata con el escudo de los Covarrubias que me dio para mi decimoquinto cumpleaños.
maleta. Reliquia
, mis dedos trazando la escritura frenética y juvenil. Era una patética historia de mi devoción. Cada pa
casa desde la escuela. Dante se había encargado de ellos. Nunca los volví a ver. Esa noche, encontró mi diario abierto en mi escritorio. No d
de los Covarrubia
pie
i siquiera una persona. Yo era una cosa. Un activo que proteger, como sus autos
arrancar las páginas del diario. Destrocé cada recuerdo atesorado, cada esperanza secreta, hasta
la de Dante. Mi habitación. La que solía tener antes de que me mudaran al a
los capos de Dante, sus lugartenientes- estaba a
a expresión condesc
rida. Un regal
a banda gruesa y llamativa de algún metal oscuro y barato, tachonada con piedras brill
abía. Una vez tiró un brazalete que una amiga de la escuela me había dado, co
con los ojos. *No ha
ia. Encontró mi mirada, sus ojos oscuro
óm
ante de todos, les estaba mostrando mi nuevo lug
dedos de Isabella rozaron los míos mientras la abrochatemente alto para que todos oyeran-.
la cabeza inclinada, mientras el metal comenzaba a calentarse contra mi piel. La familiar y ard
dejé que ardiera, marcándome con la verdad. Yo era p