vista:
ias, un chico llamado Leo con ojos que aún conservaban un destello de bondad. E
r encima del hombro como si esperara que Dante se mat
o absurda. A donde iba Dante, iba yo
de una vida que ya no era mía. Por primera vez, rompí verba
nte con quien estar -dije,
rensión. Sabía, como todos sabían ahora, que mi tiem
tuve una
pie ante mí, pero sus ojos eran diferentes. Eran los ojos de un extraño, fríos y muertos. En su man
bias solo tienen una salida -dijo,
o ahogado, mi cuerpo empapado en sudor frío, el dolor
corazón ya sabía. No había una salida suave de esta vida. Dante no m
los desde mi clóset. No era suficiente. Tenía que borrarlo todo. Cada recuerdo, cada pie
ipal, con la intención de llevarla al incinerador
dicho. El sonido murió en sus gargantas cuando me viero
es. Sin una palabra, me arrancó la maleta de las manos. Pensé que la abrirí
lo
entregó la maleta al
su voz plana y d
volvió hacia mí, su mirada recorriéndome con una fría e
na década de nuestra h
no dejaba lugar a discusión-. Está aquí en la
aba apartando con una mano y enjaulándome con la o