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tá por empezar, no
pecable, se aferró al brazo de su prometido. Los ded
ás feliz de su vida se de
l leyó un mensaje. Luego se volvió hacia la mult
r aterrada. Tengo que ir con ella", declaró, con el
an pálida como
imer lugar en la vida de su prometido, con quien ya llevaba cinco años. De
como una hermana y le p
cedido, una
a su boda,
itaba? ¿Tenía derecho a
. La boda no puede seguir sin ti. Pase lo que
la boda, pero Juana está lastimada. Si no voy, ¿vas
reaccionar, la empu
y cayó al suelo. Desde allí, aturdida y sin
teléfono com
ro lado una voz femenina, arr
bula apretada, murmuró: "Juana, lo hiciste a pr
la prioridad. Apuesto a que te pasaste meses planeando eso, ¿verdad? Qué desperd
omprendió, con un nudo en la garganta, que los últim
abía anhelado una familia, un
e incapaz
suplicar por algo que
labios y respondió: "Aún no cantes
stá presente. ¿Cómo planeas tener una boda sin él?", inquiri
y se curvaron en un
el novio tenía
omenzó a tomar f
repugna. Que no vale ni un segundo más de mi vida. Y tú, si tanto lo quieres,
as a pasarte de la raya, o...", chil
que terminara,
obligó a moverse. Apenas quedaban treinta
odiada por hombres de traje oscuro, claramente guardaespaldas. Su presencia
e novio, destacaba por su porte imponente. Aunque inmóvi
uando se dirigió a su escolta. "La ceremonia est
eñales de la señorita Walton. Todo indica que huyó", respondi
su tono frío y su mirada implacable se ag
que aquel hombre también habí
zó el vestido y
interpuso de inmediat
que estás
lla; su sola presencia imponía, como una
la mirada sin titubear. "Señor, supe que tu novia huyó

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