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no para ver los rostros de mi famil
e nuestro mundo. Él había jurado sobre la tumba de su padre que me esperaría. En lug
me miró con unos ojo
desdén, escondiéndose detrás de
eron a protegerl
a completo -dijo mi padre-. Hic
ente y necesitara una transfusión de sangre. Mis propios padres firmar
enla
s de "desechar la bolsa de sangre desp
tidad que mi antiguo profesor me ofreció y desaparecí. Esta vez, no ser
ítu
vista d
o años no fue mi nombre, sino mi acta de defunció
deslizó el papel sobre el mostrador, su expre
da legalmente fallecida el 1
e sentía ajeno en mi lengua, el fan
sible. Estoy
na línea en e
ta de defunción fueron M
pa
recorrió. Tuve que agarrarme
tinuó, con su voz monótona
espiadado tallado en mármol y violencia, su imperio construido sobre los huesos de sus
rrido de las llantas. El crujido nauseabundo del metal contra el hueso. Me había
funcionaria, su mirada
las palabras sabían a cenizas-. ¿Q
un par
ía V
terriblemente familiar: el mío. Era el rostro de la mujer que conducía el coche que me pos
lento y progresivo que se instaló en lo profu
había convertido en mi prisión. La llamada de Dante finalmente llegó. S
mi amor. D
plicadas. Nunca mencionó a Sofía. Nunca mencionó mi acta de defunción. Solo tejió un
on devoto, un hombre de luto por su amor perdido, un hombre que mantenía viva a su prometida en co
iudad, a los imponentes muros de la Hacienda Moretti. Y allí, en las sombras del jardín donde me había propuesto matrimonio por
a. Era m
aldición, un veneno para el cual solo Sofía, por alguna razón mística, podía actuar como antídoto. Me mostró una delgada cicatriz blanca en su muñeca, una marca de su sup
dad: me había reemplazado. Dejé que me instalara en la Hacienda Moretti, no como su reina, sino como "institutriz" de nuestro hijo, Luca. Fue allí, en su
ado, no solo se hiz
do, la música se derramaba por las ventanas. Entré para encontrar a mi familia
So
de mí. Y aferrado a su pierna estaba mi hijo, Luc
ntó a Sofía, su voz fuert
fue una obra maestra
a invitad
el vestido de Sofía. Luego me miró de nuevo, su pequeño r
ntaron, no para consolarme,
ndo aquí? -siseó mi madre-
de mi padr
ia. Tienes que entender el panorama compl
opia carne y sangre. Mi regreso no
amor, a mi hijo, a mis padres y mi nom
vibró. Era un número que no había visto en años. Julián de l
de urgencia-. Escuché que habías vuelto. Tengo un puesto para ti, en el eq
vidas. U
da de la Familia había terminado. A partir de aho
 
 
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