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ente de la mujer que él realmente amaba, Candela. Mi rara condición cardí
empujó a las heladas aguas del lago de Valle de Brav
e solo podían salvar a una de las do
Candela con un dedo tembloro
me dejaba morir. El hombre que una vez me había salvado de las cal
plan. Donaría el tejido único de mi corazón para salvar a su preciosa Cand
ítu
a El
mi propia muerte fue la más fácil que había tomado en
os ojos llenos de una mezcla de curiosidad clínica y lástima. Se ajustó las gafas, m
miento fue pequ
n susurro seco en el silenci
ón significativa de su tejido cardíaco único. Las propiedades regenerat
más que un riesgo;
diente en su escritorio, el que tenía el nombre d
ie de mi vida, un fantasma que acechaba cada habitación del penthouse que se suponí
e para él -dije, las p
recían felices. Una punzada de algo que no pude nombrar, algo agudo y frío, me
detenerla. Un sustituto. Eso es lo que yo era. El reemplazo d
na-, lo que se supone que me hace "frágil" y "ro
hacia adelante, su másca
dico. Su tejido cardíaco tiene capacidades regenerativas con las
en Iztapalapa. Los médicos echaron un vistazo al extraño y rápido aleteo e
édicas y susurros de compasión. Me dejaron en el hospital, un pequeño bulto con un corazón defe
a "niña enferma", la que no podía jugar con demasiada energía, a la que los otros niños molestaban porque sab
me despreciaba. Veía mi silencio como un desafío, mis
, arrancándome mi cuaderno de dibujo-.
escuela -lavando platos, acomodando libros-, ahorrando cada centavo. Mi arte era mi
s luces de neón se desangraban sobre el pavimento húmedo. Tenía diecinueve años, trabajaba en un empleo sin futuro en una cafetería, apenas pagando la
ellos arrastrando las palabras, tratan
n martilleaba contra mis costillas, un ritmo frenético
echo a la medida. No levantó la voz, no lanzó un golpe. Solo habló, su tono bajo y cargado de una a
color de un mar tormentoso, me e
tás
, aferrando mi cu
ió una
o estás s
entrar en otra dimensión, un mundo de mármol pulido, ventanales altísimos y una riquez
r de un acantilado. Él era mi salvador, mi mecenas
e juntas de toda la ciudad. Era despiadado, poderoso y emocionalmente distante. Me colmaba de regalos -vestidos de diseñador, joyas c
dio. La curiosidad me venció. Dentro, había una única fotografía gastada. Una hermosa chica rubia con una sonrisa ra
infancia, la que se le escapó. La veía en las páginas de socia
alo que me daba, me di cuenta más tarde, era de su color favorito. Cada restaurante al que me llevaba era uno en el que e
is meses, el f
Los tabloides decían que estaba en la ruina, su reputación hecha jirones. Acudió a Bruno, l
más, dejé
nstaló en una suite privada en el mejor hospital, contrató a especialistas de renombre mun
una mirada que nunca me había dado a mí
recibido una llamada del hospital, su rostr
por la emoción-. Una compatibilidad perfecta. Anónimo, pero les pagaré lo qu
Estaba hablando de mí. De mi tejido. De mi cor
samente dulce a través del
enquiera que sea este donante,
er
arte que había tratado tan desesperadamente de
rara un poco de caldo de hueso para Candela, su favorito. Mi propio estómago era un
entras colgaba el teléfono-. ¿Está lista la
orpe. La cerámica caliente se resbaló, quemándome la mano. Ni siquiera me inmuté. El
bra de agradecimiento, su atención ya a me
a un callejón sin salida. Mi vida, mi corazó
saría para las cenizas. Imprimí mi foto favorita de mí misma, una rara y genuina sonrisa cap
lóset, metida detrás de una fila de
trás del hospital, el lugar donde mi nueva vida comenzaría fingiendo mi propia muerte. Un motor rugió ca

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