ina
erte de la humillación se sirvió una hora después, directamente a m
ollo cuando sonó el teléfono, su agudo chillido c
ina
o con malicia. Era Jimena. Debió haber conseguido mi
y profundament
sa cápsulas, no grano recién molido. Estoy tratando de a
americano de verdad. Eso significa dos shots de espresso, agua caliente vertida sobre ellos, no al revés, ¿entiendes? La crem
solo estaba pidiendo un café; esta
ió, su voz bajando de to
ndo antes de que pudiera añ
viaje en elevador fue una tortura lenta, cada campanada de un piso que pasaba amplificaba la presión. La máquina era una bes
hots de espresso, mi teléfono vibró
imena anda un
¿Un poco alterada? Estaba en pie de guerra, y él actuaba como s
asillo, empezó a sonar de nuevo. El sonido era frenético, insistente. Agarré la taza mientras caía
taba mirando. El teléfono había es
un chillido en el seg
te? ¡Pedí un simple café, no que volaras
ntarse -dije, mi voz tensa por la ca
a que es mi constitución? ¡La acidez probablemente ya está mal porque se quedó a
una mezcla de lástima, asco y una buena dosis de miedo. Esta era su realidad
alismo intacto, un escudo cont
ue se hizo hace solo unos segun
mano. Pero ella fue más rápida. Me encontró en el pasill
fé caliente se derramó por el borde, quemándome la piel. Gri
garrado. Tomó un sorbo teatral, luego hizo una mueca de ab
o de un rojo furioso. No había ni un a
ple entrega sin lastimarte. Voy a hablar con Mateo. La
caliente. Mis dedos se cerraron en un puño. Cada instinto me gritaba que borrara esa mirad
gina
razo, sus ojos desorbitados de terror. Me jaló física
dijo, con voz suplicante-. Es nueva. No
aba rogando. Era
rre en mi brazo se apretó,
espidan. Hará que nos despidan a todos. -Enfatizó las últimas palabras,
lenta sonrisa triunfante se extendió por sus labios. Había ganado. Ha
condescendencia-. Ya que lo p
del café que acababa
un poco sofocante. Creo que daré un pequeño recorrido. Para ver cómo trabajan los de abajo.
cientos de empleados. Era un lugar con estrictos protocolos de salud y seg
-, la cafetería es un área restringida para e
o en mi brazo, una súplica silencio
segura de que a Mateo no le importará. Después de todo -añadió, sus ojos
grasienta de amenaza. No era solo una amiga del dir
o -me susurró Marcos frenéticamente al oído-. Solo porque
hecho. Se suponía que estábamos construyendo una empresa basada en el respeto y la integridad. Lo
n sonido como de
gua el gato, desa
aderas se balanceaban c
ría les están sirv
un rastro de silencio atónito y el
l hombro, un último disparo de despedida d

GOOGLE PLAY