vista d
con el sencillo vestido azul oscuro que había encontrado escondido en el fondo de mi clóset. Era lo único presentable que tenía. Cada otra p
z, mal ajustado y fuera de lugar. Podía sentir las miradas sobre mí, pasando de mis zapatos gastados a mi vestido sencillo, y luego ap
leste hizo
giraron. Todas las conversaciones se detuvieron. Estaba radiante, serena, la viva imagen de la riqueza y la gracia. Sus ojo
ración que me revolvió el estómago. Sus ojos, tan a menudo vacíos cuando me m
ollar de diamantes, una deslumbrante cascada de piedras, brillaba bajo los candelabros. Era el mismo collar que Gael me había regalado e
tan pintoresca. -Señaló la delgada cadena de plata en mi muñeca, una cosa endeble que había venido de reg
abeza. Siempre había pensado que era una muestra de su amor, un símbolo de nuestras luchas juntos. Ahora sabí
ivo. Sentí una necesidad repe
, mi voz plana-. Nece
igiéndome a la discreta puerta
acones detrás de mí. Me s
osa con una iluminación suave. Antes de que pud
ó ser duro. -Su tono estaba cargado de una falsa compasión-. Y tu hij
lo de Leo? Nadie fuera de nuestro círculo inmediato conocía los detalles. Gael y yo lo había
e, mi voz un susu
é di
ligero y tintineante que
erado. El pobre niño. Esos perros... realme
sus ojos brillando
do en las entrañas. El aire se me escapó de golpe. Miré hacia abajo, mi visión se nubló. El pie de Celeste
en el suelo, agarrándome el vientre. El dolor era cegador, intenso. Saboreé
Quería lastimarme. Quería acabar conmigo. No le daría esa satisfacción. Mi mano temblorosa buscó a tienmano, un corte superficial, pero suficiente. Entonces grité. Un sonido c
tá atacando! ¡I
r la alarma. Me vio en el suelo, la sangre en mi mano, la navaja a mi lado. Su mirada voló inme
a su lado. La tomó en sus brazos, protegiéndola-. ¿Q
oz temblorosa, so
un cuchillo! ¡Intentó lastimarme! Siemp
nte de mentiras, pintándom
brutal que me había dado. Pero las palabras no salían. Mis entrañas
u rostro contra
aces esto, Alexa. Siempre haciéndote la
l suelo. La recogió, su ro
do bajo la luz difusa. Me golpeó en la frente con un golpe seco y repugnante. Un dolor agud
sprecio-. No mereces estar aquí. No mereces nada. Celeste, mi pobre Cele
o el charco de sangre que se extendía lentamente debajo de mí. No vio m
evo, y oí susurros ahoga
? ¡Realment
pre tan amable, y es
emente solo quería su dinero. A
alpitaba. Mi abdomen ardía. El mundo comenzó a desvanecerse, lentame

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