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icios altos, una metáfora perfecta de lo que había logrado en su vida. A sus 38 años, era una de las CEOs más influyentes de la industria t
ndó con unos pocos amigos en un departamento modesto de Brooklyn, pero ho
los números. La noticia que había recibido minutos antes no era ninguna sorpresa, pero eso no la hacía menos alarmante. VanguardTech estaba a punto de ser tomada por TechMinds, una empresa de capital privado con
deraban arriesgadas, pero que siempre le habían dado resultados. Sin embargo, esta vez, sentía que estaba contra las cuerdas. La oferta de TechMinds era tentadora, pero no
o más que la competencia la había notado: un desglose silencioso en las entrañas de su empresa. Sus aliados de antaño, aquellos en quienes más confiaba, comenzaban a retirarse, como rat
su mente no podía concentrarse en los números. ¿Cómo había llegado hasta aquí? En sus días como estudiante, nunca imaginó que llegaría tan lejos. Provenía de una familia de clase media, sin ninguna conexió
bajo, la empresa, eran su todo. Solo en esas horas de soledad que pasaba en su oficina, mirando la ciudad a través de su ventana, podía permitirse pensar en lo que podría haber sido si
vantó la mirada y vio el nombre de Santiago Ortega, su vicepresidente de f
e Santiago sonaba tensa, como siempre
ligeramente la misma para mirar el horizonte. Su voz era firme,
no es como las demás. Los inversores de TechMinds tienen los recursos para presionar de manera legal y finan
na de las empresas más poderosas del mundo, con una reputación de absorber competidores sin piedad. Aunque su dinero y sus recursos eran vastos, lo que más la p
podemos hacer? -preguntó Luci
robabilidades de ganar en los tribunales son pocas. -Santiago hizo una pausa, co
, ahora totalmente enfadada. Su mente ya com
eció que él estaba hablando de un contrato comercial más que de una relación personal-. Un acuerdo que haga que l
pero también sabía que las decisiones más difíciles a menudo venían con sacrificios dolorosos. Un matrimonio estratégico
utral, como si estuviera discutiendo el p
n ya tengas una relación profesional sólida. -Santiago hizo
él era estrictamente profesional, ella sabía que era un hombre inteligente, eficiente y absolutamente confiable.
n matrimonio, pero era una jugada peligrosa, y algo en su interior le decía que, si tomaba ese camino, su
-. Si te arrastras por el amor propio, p
nsó. No era la primera vez que se encontraba en una encrucijada de este tipo. Pero esta vez, lo que estaba en juego era su le
llamada, esta vez al hombre c

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