del botiquín Irene, se llamaba- ajustaba el entabli
el ir y venir de su pecho como se
una placa -
io. La máquina vibró suave, un clic, y luego Irene volvió
ada, sin desplazamiento. Descanso, vendajes
da, el caldo olía a grasa vie
aci
ó sin pena.
una cabaña. N
leve, y el guerrero
s casas más abajo. Si necesitas algo,
responder cua
tarte al Conse
y. No con esto -
des o no
onrisa de enfermera que ha oído dema
uelta en el suéter y la capa. El campamento de Kael no era una aldea improvisada, era un territorio. Senderos d
. Mikel dejó otra jarra. El joven nervioso -ahora supe que se llamaba Ares- e
dijo, y el aroma m
-volví
olos, Kael no llenó e
arme? -pregunté a
ue no se honra. Quiero que
ared. A veces, de niña, mi madre jugaba a nombra
esentas,
, si no hoy, mañana, o en un mes. Los que hacen
uido me calentó desde la lengua hasta el estómago. Una
oy a pedirte que duermas bajo mi techo. No hoy. Pero sí voy a
r veinticuatro horas. En lugar d
que el cielo se encienda. Sald
uedará
lo cumplió. Se acomodó
que no estaba y aun así lo iluminaba todo. Soñé con mi
aba Kael sin abrir la puerta. Me incorporé. El brazo dolió. Me vestí con una túnica
ya estaba
s días
edra bajo un techo abierto por el centro, para que el humo de una hoguera saliera. Esentramos juntos. Se
ludó-. Les p
iel oscura y ojos negr
veo
nocimiento antiguo. Me lo habían enseñado de niña,
olió el aire, como hacen los de nuestra especie cuando
ha en tu
limpia y b
anco asintió con
ueda bajo mi protección directa a partir de este amanecer. Cualquie
bservó el más jo
r de ojos negros-. Y después, si
ijo la mujer-. Pero la
ntí el viejo impulso de buscar una e
uiero
piró distinto.
día encenderemos la piedra y lo marcaremos en l
rca, pero tampoco de tan lejos como me habría gustado. El cuer
areció c
el lindero alto que vien
más veces de las que puedo contar. Mi lobo en
l común? -preguntó la
dan-. Pero no cruzan. Aúl

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