vista d
pálida e implacable. Cada músculo de mi cuerpo dolía, pero no era solo fatiga. Era el residuo de una noche luchando con una traición tan profund
Alejandro, mi perfecto Alejandro, me había hecho añicos sin posibilidad de reparación. Mi amor no estaba destinad
erra, me había enfrentado a la muerte y había salido luc
apá", dije, mi voz ronca
sofá de enfrente, se movió. Sus ojos parpadearon,
mi voluntad era más fuerte. "Sí. Necesito ir
ieres irte del Campo Milit
clarar mi mente. Dile a Alejandro que voy a visitar a mi
algo pasa. Nunca 'visitas' a tu padre e
pliqué, una risa amarga escapándose de mis lab
yo tenía razón. "Está bien.
o veía como el hijo que nunca tuvo. Darle esta noticia sería otro golpe brutal, pero esta vez, sería para el corazón
obre un repentino deseo de un viaje de chicas a Monterrey. Mi padre, siem
te, mi mente un torbellino de dolor y creciente determinación. Me miré en el espejo. Tenía los ojos hinchados, el
es, entró corriendo a la cocina. "Tía Emi, ¿ya te sientes mejor?", preguntó, su voz
ría tener. La herida abierta de mi infertilidad, una consecuencia de salvar a Alejandro
racias". Forcé una sonrisa. Sus pequeños brazos alrededor de mi cuello
e de la mañana se sentía pesado, húmedo po
onces
temprana. Parecía cansado, con líneas marcadas alrededor de los ojos, pero su postura era resuelta, decidida. Mi
era una tormenta de preocupación e impaciencia. Corrió hacia
rodeó con sus brazos, atrayéndome hacia un fuerte abrazo. Su olo
r gritaba en protesta. El calor de su cuerpo, la presión familiar de sus br
fruncido. "Estás helada
ra frágil. "Solo una mala noche. Gripe, creo. Sofía insistió en que necesitaba un cambio de ritmo.
reocupado. Acorté mi entrenamiento. Escuché tu voz anoche, sonaba rara. No podía concentrarme". Me toc
ente. "¿Regresaste por mí?". Las
todo para mí". Hizo una pausa, pareciendo genuinamente en conflicto. "Solo..
se contrajo. ¿Ella
rdad", dije, apartándome de s
ó lentamente. "Está bien. Pero prométeme que
e nuevo, las palab
la frente. "Te amo,
omponerme. Estaba a punto de subirse a su coche cuando la vi. Brenda. De pie a unos metros de distan
ó, luego le dio un seco asent
ores temores. La sangre se me heló. Había estado con ella
ta. No reacciones. Ahora no. Necesitab
"El deber llama. Cuídate, Emi". Me apretó la
molestó en ocultarlo. Mientras él le abría la puerta del coche,
ero me contuve. Este no era el momento, no en
ras pasaban a mi lado, Brenda me miró. Sus ojos, llenos de una fría diversión
ier. Y de Alejandro... bueno, ya sabes". Sonrió, un brillo depredador en sus ojos. "Ha estado tan ocupado contigo,
eldad. Sentí una fría oleada de adrenalina, agudizando mis
i voz temblando con una f
os vamos a ir a ninguna parte. Este es nuestro hogar ahora". El coche se alejó a toda
ón de pedazos irreparables. Esto no era un malente

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